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Historias que se repiten

Personajes y argumentos de la moción de censura del PSUC volverán a encontrarse esta semana en el Parlament

Francesc Valls

'Bajo la dirección de CiU se ha constituido un bloque conservador que gobierna Cataluña de acuerdo con el centralismo y la derecha del Estado español', tronaba la voz de Antoni Gutiérrez Díaz, a la sazón secretario general del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC, comunista). Era el 29 de septiembre de 1982 y en el Parlament se presentaba una moción de censura contra el Gobierno del entonces presidente, Jordi Pujol. Eran otros tiempos, pero algunos argumentos pueden repetirse en la moción que Pasqual Maragall defenderá ante un hemiciclo muy diferente, pero que aún alberga notables actores de la primera insurrección parlamentaria contra el pujolismo. La moción que defendía el historiador Josep Benet fue respaldada por 21 votos (PSUC). Pujol sólo contó con el apoyo de 56 votos -43 de CiU y 13 de Esquerra Republicana-, mientras que socialistas, centristas y el Grupo Mixto (53 votos) se abstenían. Pujol navegaba por la legislatura ora gracias al bote salvavidas de ERC, ora gracias al de Unión de Centro Democrático (UCD), una canción que ahora puede repetirse con el PP y ERC.

¿Cómo se fraguó la moción de Benet? Gutiérrez recuerda que comenzó a darle vueltas a la idea en el suquet veraniego de Pere Portabella. 'No teníamos la idea de ganar, pero por estrategia debíamos presentarla', añade. La moción del PSUC no fue tan publicitada como la de Maragall. Se presentó al término del debate de política general de 1982. 'Sólo lo sabíamos Gregorio López Raimundo, Rafael Ribó y yo. No dijimos nada; al término del debate reunimos al grupo y lo anunciamos', agrega. Antoni Gutiérrez cree que la moción de Benet, como la de Maragall, sirvió para poner sobre la mesa con qué apoyos contaba Pujol.

El tono de aquel debate y el de ahora a buen seguro que serán muy diferentes. Pujol trató a Benet con guante blanco, mientras que ahora CiU intentará machacar a un Maragall que tiene muchos números para hacerse con la presidencia. Benet era un antiguo compañero de armas de Pujol. Juntos participaron en batallas y compartieron clandestinidad y fe cristiana. Pero con todo, desde CiU no dejó de acusarse a Benet de actuar como submarino de los comunistas, a pesar de que las palabras más duras contra Pujol y CiU las pronunció Antoni Gutiérrez al presentar la moción. Así, sacó a colación el caso Banca Catalana.

Benet, auspiciado por los comunistas, se esforzó en desmotar la 'Cataluña mítica' que construía el pujolismo y oponerla a la que todos los días, con sus problemas laborales, de vivienda o sanitarios, se levanta de madrugada. Incluso rescató al Prat de la Riba más ecléctico para recriminar a Pujol su intento de monopolizar el catalanismo: 'Una Cataluña libre podrá ser democrática, católica, librepensadora sin dejar de ser catalana'.

Aunque Pujol fue deferente en su trato dialéctico con Benet, algún consejero de su Gobierno se ocupó de las tareas más sucias. Macià Alavedra, entonces titular de Gobernación, le espetó: 'Yo no diré aquí lo que se dice siempre, que el señor Benet desde hace años ha sido instrumentalizado por el PSUC. No. No lo diré porque no lo creo. Lo que sucede es que el PSUC coincide automática y totalmente con el señor Benet'. Y remachó: 'El señor Benet es un hombre de una opción política concreta, de una opción política comunista'.

Entre tanta historia, ¿qué hicieron los socialistas? Al igual que los centristas, se abstuvieron. Primero porque la moción la presentó el PSUC, la competencia por la hegemonía de la izquierda catalana. Y ello 'a pesar de compartir las razones de fondo', como dijo el entonces líder del PSC, Joan Reventós. Segundo, porque las elecciones legislativas estaban en puertas -octubre de 1982- y todas las encuestas pronosticaban que los comunistas iban a ser prácticamente borrados del mapa electoral. Además, la moción tenía un claro objetivo para el PSUC: mantenerse a flote en una operación de tintes propagandísticos. En abril de aquel año los comunistas más ortodoxos formaron el Partit dels Comunistes, una amenaza añadida a la supervivencia del PSUC.

¿Y Esquerra? Joan Hortalà, que llegaría a ser consejero y militante de Convergència, tenía una papeleta complicada para oponerse a la creación de un bloque nacional como el propuesto por Benet. Pero halló la solución: las instituciones de autogobierno necesitaban consolidarse. Y concluyó: 'Nosotros decimos sí al cambio, siempre que sea para mejorar'. Y no era el caso ni el momento.

Pujol explicó a su antiguo compañero de armas la diferencia entre praxis -la acción de Gobierno que representaba- y utopía -encarnada por Benet-. 'Su discurso es muy didáctico, porque pone de manifiesto la distancia que va de la crítica, a veces desorbitada, de la utopía muy saludable, pero utopía, a la obra de gobierno, a la realidad de gobierno; una reflexión que el señor Benet ha hecho; un servicio más que ha hecho a Cataluña'.

Pujol expuso las virtudes del pragmatismo y las razones de su inexorable triunfo sobre la ética, la estética y la profética. Y tan mal no le ha ido. Con muletas -ERC, UCD, el PSC y el PP- o sin ellas lleva 21 años gobernando Cataluña, y sólo dos mociones de censura.

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