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Reportaje:EN EL NOMBRE DE ALA

Las fronteras de una religión

Turquía o Irán? Las sociedades de esos dos países forman los modelos sociopolíticos que se ofrecen actualmente en el Oriente Próximo, y no sólo para el Oriente Próximo islámico. Desde Siria hasta Kirguizistán, se enfrentan, no como enemigos abiertos, sino como rivales por la influencia para determinar la forma y conducta de los países de la región.

A lo largo del mundo árabe, la muerte de las grandes ideologías del siglo XX dejó una desilusión generalizada. Ningún gobernante árabe puede afirmar que tiene un número tan grande de seguidores afuera de su país como el que alguna vez tuvo Gamal Nasser, el presidente egipcio que era también el líder reconocido de las aspiraciones panárabes. El culto a Sadam Husein es apenas una remota aproximación. Sólo Turquía e Irán poseen una ideología, un diagnóstico de lo que padece el mundo musulmán y una receta para curarlo.

El mundo árabe depende del petróleo y del gas, que algún día se acabarán. Si a esto se añade la creciente población de la región, tenemos la receta para una catástrofe económica
El Gobierno de Irán mantiene una serie de organismos especiales para promover la revolución islámica con palabras y hechos. Operan en Siria y Líbano
Los turcos niegan cualquier deseo de hacer el papel de misioneros. No intentan llevar el 'kemalismo' a otros, pero sí ponen un ejemplo que otros admiran o imitan

Turquía hace énfasis en la modernización. Un ideólogo turco lo dijo con una franqueza brutal: 'Es una tontería hablar de esta civilización o de aquélla. En estos momentos sólo hay una civilización en el mundo que está viva y avanzando. Todas las demás están muertas o se están muriendo. Tenemos que unirnos a esa civilización o nos haremos incivilizados'.

Por supuesto, ésa es una aseveración extrema. La mayoría de los turcos son menos radicales. No obstante, permite ver con claridad la filosofía básica del kemalismo (las ideas de gobierno de Kemal Ataturk), que afirma que para sobrevivir y prosperar un país debe formar parte de la civilización moderna, aceptando mucho de lo que es característico de Occidente, lo que incluye derechos iguales para las mujeres, la enseñanza de la ciencia moderna y separar la religión, de forma que deje de desempeñar un papel en el gobierno o los procesos legales.

El Irán islámico es el polo opuesto. Su ideología básicamente sostiene que 'todos nuestros problemas se desprenden del hecho de que hemos abandonado nuestra religión, nuestra cultura; hemos imitado las costumbres de los infieles. La única manera de lograr lo que deseamos en la vida (tanto en la próxima como en ésta) es regresar al verdadero islam'.

Ambas ideas tienen un atractivo inmenso, no sólo en los países involucrados, sino, con mayor importancia, en los Estados musulmanes que surgieron después de la caída de la Unión Soviética. Esos países son ahora el foco de esta rivalidad. El Gobierno de Irán mantiene una serie de organismos especiales para promover la revolucióin islámica con palabras y hechos. Operan en Siria, Líbano y más allá. Los turcos niegan cualquer deseo de hacer el papel de misioneros. No intentan llevar el kemalismo a otros, pero sí ponen un ejemplo que otros admiran o imitan.

En el resto del mundo islámico, las opciones que representan Irán y Turquía se enfrentan dramáticamente, como en Argelia. En Egipto hay una poderosa oposición religiosa militante. En Afganistán y Sudán, los militantes tienen el control.

La situación económica del mundo árabe determina la forma en la que compiten estos modelos. El mundo árabe depende de sus exportaciones de petróleo y gas. Tarde o temprano éstas se acabarán, ya sea porque nuevas fuentes de energía reemplacen al petróleo o porque las reservas se agoten. De acuerdo con cifras del Banco Mundial, el total de las exportaciones no petroleras o de gas de todo el mundo árabe es menor que el de Finlandia. Si a esto se añade la creciente población de la región, tenemos la receta para una catástrofe económica.

Al no contar con petróleo, los turcos se vieron obligados a desarrollar su economía sin recurrir a la exportación de recursos naturales, y les había ido bastante bien hasta hace poco. Irán, sin embargo, depende del petróleo. Las diferencias entre las economías de los dos países juegan un papel en la conformación de la rivalidad entre ellos, aunque no parecen determinar lo que sucede. Afganistán, con pocos recursos, se convirtió en un Estado islámico. Kazastán, rico en petróleo, está siguiendo la línea autoritaria con pretensiones democráticas que aplicó Ataturk en su tiempo.

Obviamente, para muchos en la región esta situación es incomprensible. Sigue intentando involucrar a potencias extranjeras en sus asuntos, porque, después de doscientos años de ocupación colonial e ideológica, han perdido la capacidad de tomar sus propias decisiones. Todos, claro, menos los turcos y los iraníes, que nunca perdieron su independencia.

No obstante, la oportunidad para que esos dos modelos sociales compitan entre sí seguramente será breve, dados los terribles acontecimientos en Nueva York y Washington y la respuesta de Estados Unidos en contra de los terroristas y de quienes los patrocinan. Más aún: tarde o temprano, una nueva potencia surgirá en Rusia. Podría ser fascista; podría ser, aunque es poco probable, comunista; podría ser zarista; podría ser panortodoxa; incluso podría ser democrática. Pero, tarde o temprano, una nueva y revitalizada Rusia surgirá y obviamente estará muy interesada en una región cercana a su frontera sur, donde quiera que esa frontera esté, cosa que por el momento no es del todo clara.

También la influencia de China aumentará. La mayoría de las provincias occidentales de China están pobladas por musulmanes de lengua turca, a quienes les afecta profundamente lo que sucede más allá de la frontera. Como potencia musulmana, China se está involucrando cada vez más en Asia central, como lo demostró la reciente cumbre de Shanghai entre los líderes de China, Rusia, Uzbekistán, Kazastán y Kirguizistán. A partir de Asia central, la influencia de China podrá desplazarse hacia Occidente. Otro país con un papel potencial en Oriente Próximo es la India, con sus capacidades nucleares.

Si los Gobiernos y los pueblos de Oriente Próximo permanecen como están, es prácticamente seguro que el Gran Juego, como solía llamársele, volverá, aunque con jugadores distintos. A medida que la batalla en contra del terrorismo toma forma, la pregunta será si Turquía e Irán siguen siendo jugadores o se convierten en peones de las nuevas grandes potencias rivales.

Bernard Lewis es profesor de historia de Oriente Próximo en la Universidad de Princeton. ©Project Syndicate/Instituto de Ciencias Humanas de Viena

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