Decepciona la película 'Dagon', tercera entrega de la española Fantastic Factory
Decepcionó ayer en Sitges Dagon, la secta del mar, tercera entrega de la producción de la Fantastic Factory apadrinada por la productora Filmax. Está rodada como las dos anteriores, por un americano, en este caso Stuart Gordon, en tan baja forma como sus colegas Brian Yuzna y Jack Sholder, firmantes de Faust y Arachnid, que precedieron a Dagon en una operación de escaso resultado, hasta ahora, en las taquillas. En cambio, la japonesa Avalon, de Mamoru Oshii, resultó un cruce estimulante entre lo mejor de la tradición fantástica nipona y el cine de Andréi Tarkovski.
Proyectadas ya todas las películas a concurso, sólo una de las cuatro últimas propuestas en darse a conocer podría cambiar los pronósticos. Se trata de la extraña, hipnótica y apasionante coproducción nipo-polaca (no es broma: todos los actores son polacos, está hablada en polaco, aunque director y técnicos son japoneses) Avalon. El tema: la confusión entre virtualidad y realidad, o si se prefiere, la búsqueda denodada de ésta en un mundo de espejos tecnológicos en los que resulta imposible contemplarse. En cuanto al tratamiento, está construido sobre un tempo narrativo absorbente, casi hipnótico, y al mismo tiempo exigente para el espectador, por cuanto resulta muy extraño en un producto de estas características. Una fotografía impactante y una música emparentada con las propuestas neoclasicistas de Henrik Góreky completan el filme.
El resto de la oferta nada tiene que ver con la ambición temática y el preciosismo visual de Avalon. Ni la previsible revisitación del cuento de la Bella y la Bestia hecha por un Hal Hartley en horas bajas, en No such things, producción de Francis Coppola; ni una desorientada, infausta propuesta de adolescentes acosados por un sanguinario asesino, Jeepers Creepers,de Victor Salva, insólitamente también producida por la Zoetrope de Coppola, que huele a indecente semilla para futuras continuaciones, parecen tener aspiraciones al palmarés.
Mucho peor aún lo tiene Dagon. Rodada con una desgana artística irritante en bellos escenarios de Pontevedra, basada en un relato de Lovecraft y la última de las apariciones en pantalla del malogrado Paco Rabal, Dagon es una tontería increíble, una película bajo mínimos de credibilidad narrativa: un disparate perfectamente prescindible.
Así las cosas, y jurado mediante, los premios que se deben dilucidar entre 22 títulos a concurso, deberían estar entre propuestas japonesas como Avalon o la magnética Inugami de Masato Harada, y sin olvidar un título que no entusiasma demasiado a este cronista, aunque sí a algunos miembros del jurado, Kairo, de Kiyoshi Kurosawa. También podría entrar en el reparto la francesa Vidocq, de Pitof, o incluso Fausto 5.0, la estimulante opera prima de La Fura dels Baus.
Babelia
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