_
_
_
_
_
Reportaje:SENDA DE LOS ALEVINES | EXCURSIONES

La infancia del Guadarrama

Este camino dedicado a los pequeños montañeros une las praderas más bellas del macizo de Siete Picos

Francisco Giner de los Ríos, que había probado la cárcel por apoyar a otro catedrático, que a su vez había sido desafiado a duelo y expedientado (en este orden) por dar una charla sobre las teorías de Darwin, decidió fundar un colegio de ideario apolítico y laico. Entre las máximas de la flamante Institución Libre de Enseñanza: salir al campo con los chavales a estudiar en el libro abierto de la naturaleza. Parece mentira que, 125 años después, el inglés, la educación sexual y los ordenadores entren casi a diario en todas las aulas y, sin embargo, muchos chicos no salgan con sus maestros a la sierra más que un par de veces al año, las dos para jugar al burro.

Una gélida tarde del invierno de 1902, Constancio Bernaldo de Quirós, que había estudiado Derecho en la cátedra de Giner, se tropezaba con siete alumnos de la Institución ante una chimenea de El Paular: 'Inquietos y charlatanes, llenos de alegría, parecían pájaros secándose al sol en una rama'. Y al día siguiente, viendo al profesor repartirles una hogaza para que comieran sobre la marcha (¡29 kilómetros por la nieve del valle del Lozoya!), reflexionaba con amorosa melancolía: 'Mientras ellos alzaban los brazos en demanda, pensábamos nosotros en el simbolismo de aquella escena, y la tristeza de haber sido criados fuera de aquella pedagogía inteligente y buena éranos luego suprimida por la satisfacción de verla allí presente, sana y viviente para otros' (Peñalara, 1905).

En Navarrulaque hay una encina plantada en memoria de Giner de los Ríos y un verso de Machado

Años después, en 1913, Bernaldo de Quirós y 11 amigos fundaban la sociedad Peñalara, y en 1918 estrenaban refugio en el valle de la Fuenfría. A nadie le extrañará, después de leer sus cariñosas palabras, que Constancio y compañía dedicaran a los peques de la sociedad una de las más bellas sendas de la sierra, la que corre desde la pradera de Majalasna a la del collado Ventoso por la escarpada ladera occidental del segundo de los Siete Picos, serpenteando entre viejos pinos y grandes bolos graníticos, casi como un juego.

En busca de la senda de los Alevines, que así se llama, nos plantaremos en el aparcamiento de Majavilán, al final de la carretera de las Dehesas de Cercedilla, y nos echaremos a andar por detrás de la barrera que corta el tráfico hasta dar en cinco minutos con la calzada y el puente del Descalzo, ambos de origen romano aunque totalmente reconstruidos por Felipe V. Nada más pasar el puente, cogeremos a la derecha por el camino Agromán, una ancha pista de tierra y guijo que muere pronto, aunque se prolonga a la izquierda por la vereda de Enmedio -señalada, como la anterior, con círculos de color naranja-, la cual sube rauda zigzagueando por el pinar.

Como a tres cuartos de hora del inicio, daremos con la pista conocida como carretera de la República, y, avanzando a la derecha por ésta, en otro tanto, con la pradera de Navarrulaque, en un rincón de la cual hay un corralillo con una encina plantada en memoria de Giner y un verso de Antonio Machado, que fue alumno suyo. Desde esta luminosa pradera asciende, por lo más alto del monte, una senda marcada con trazos de pintura blanca y amarilla que nos dejará, cumplidas dos horas, en la pradera de Majalasna, que tampoco es fea, rodeada como está de pinos repeinados por el viento Norte y de vistas de medio Madrid y media sierra de Guadarrama.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Dejando a la izquierda el mogote granítico de Majalasna, que es el primero y más chico (1.933 metros) de Siete Picos, cruzaremos la pradera y, sin perder ahora de vista unos círculos amarillos, bordearemos el segundo pico por la senda de los Alevines, tan sinuosa que diríase diseñada por una serpiente de escalera. Así llegaremos en otra media hora a la fuente de los Alevines y, acto seguido, a la recoleta praderita del collado Ventoso. Aquí aparece señalado hacia la izquierda el camino Schmid, el cual desciende como un rayo al fondo del valle de la Fuenfría, donde está el viejo refugio de Peñalara y, poco más abajo, el aparcamiento del principio.

Un excursionista recorre la senda de los Alevines.
Un excursionista recorre la senda de los Alevines.A. C.

Un paseo muy transitado y sin pérdida

- Dónde. Las Dehesas de Cercedilla distan 57 kilómetros de Madrid. Se va por la carretera de A Coruña (A-6) y la antigua N-VI hasta Guadarrama, para subir por la M-622 hasta la estación de Cercedilla y seguir otros cuatro kilómetros por la M-966 hasta el aparcamiento de Majavilán. Hasta Cercedilla hay trenes de Cercanías (teléfono 902 24 02 02) y autobuses de Larrea (91 530 48 00). - Cuándo. Cualquier época del año -excepto, quizá, los peores días del invierno- es apropiada para efectuar esta marcha circular de cuatro horas de duración -unos diez kilómetros-, con un desnivel acumulado de 500 metros y una dificultad media, que discurre por parajes muy transitados, sin posibilidad de perderse. - Quién. El personal del Centro de Información Valle de la Fuenfría (teléfono 91 852 22 13) nos asesorará sobre ésta y cualquier otra ruta que deseemos hacer por el valle. Está en el kilómetro 2 de la carretera de las Dehesas, uno antes de llegar al aparcamiento. - Y qué más. Cartografía: mapa excursionista Sierra de Guadarrama, a escala 1:50.000, de La Tienda Verde (Maudes, 23 y 38). En su defecto, hoja 18-20 (Cercedilla) del Servicio Geográfico del Ejército, o la equivalente (508) del Instituto Geográfico Nacional.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_