La apoteosis de Beckham
Su golazo ante Grecia le proclama el rey indiscutible del fútbol inglés
'¡Capitán Coloso!', '¡Rey del Mundo!' '¡Beckstasis!', clamaban los titulares de la prensa inglesa ayer. Para los 15 millones de sus compatriotas que el sábado presenciaron por televisión el gol del empate que marcó en el minuto 93 del partido entre Inglaterra y Grecia, y más todavía para los 66.000 que colmaban las gradas de Old Trafford, David Beckham ha conquistado la inmortalidad.
El gol, un imparable tiro libre de 25 metros, le dio a la selección inglesa el pase directo al Mundial de Corea y Japón 2002 en un partido que apenas mereció empatar 2-2. La selección griega, sin ninguna posibilidad de clasificarse, estuvo a un minuto de arruinar la gran fiesta que habían venido a celebrar los fieles en Old Trafford.
Lo que se presenció en el teatro de los sueños fue, precisamente, teatro. El fútbol, afortunadamente, fue lo de menos. El drama fue de primer nivel. Suspense, agonía, júbilo. Fue una tragedia griega, pero también alemana, en la que el héroe épico fue un inglés.
Nadie se podría haber imaginado lo que iba a ocurrir el sábado en Old Trafford y, simultáneamente, en Gelsenkirchen, donde la selección alemana se enfrentaba a Finlandia. Antes de comenzar los partidos, Inglaterra y Alemania lideraban el grupo 9 con 16 puntos cada uno, pero Inglaterra se colocaba primero con una muy superior diferencia de goles. Inglaterra había vencido 5-1 a Alemania en Múnich hace un mes. Días después Inglaterra ganó a Albania y Finlandia venció a una desmoralizada Grecia por 5-1. El partido del sábado contra Grecia sería un trámite, pronosticaba la prensa inglesa. Franz Beckenbauer decía lo mismo. Alemania no tenía nada que hacer; Inglaterra se había clasificado. Imposible pensar que no triunfaría sobre los tristes griegos.
Llegado el minuto 90 en Old Trafford ganaba Grecia 1-2. En el instante en que se anunció que habría cuatro minutos de prolongación finalizó el encuentro en Gelsenkirchen (0-0). Si los griegos resistían, Alemania estaba en el Mundial. Y el seleccionador griego es alemán. Se llama Otto Renhagel y es buen amigo de Völler. Comieron juntos la semana pasada y si hablaron de la posibilidad de que Alemania ganase el grupo sólo podría haber sido tras muchas copas de vino.
El caso es que ganaba Grecia y pasaba el tiempo. Pero entonces, pasados 92 minutos y 14 segundos, el árbitro pitó una falta a unos metros del área griega. Teddy Sheringham, que había anotado el primer gol inglés de cabeza, tras un centro de Beckham, quiso lanzarla. Beckham le dijo que no. Ésta es mía. El narrador de la televisión inglesa se atrevió a sugerir que había llegado la hora de Beckham, 'el hombre del destino'. El mismo al que los ingleses habían culpado por la eliminación de su selección en el Mundial 98. El día después de su expulsión en aquel partido decisivo contra Argentina, un periódico publicó en primera página: 'Diez héroes y un niño estúpido'.
El sábado, contra Grecia, fueron diez niños estúpidos y un héroe. La tensión del encuentro, la transcendencia del resultado, paralizaron a Scholes, Gerrard y los demás triunfadores de Múnich. Muchas veces durante el partido, especialmente durante el segundo tiempo, parecía como si Beckham estuviera jugando sólo contra los once griegos. Como dijo Gary Lineker, ex del Barça y máximo goleador en la historia de la selección, 'seguramente corrió más durante los últimos diez minutos que los otros diez ingleses juntos'. Y no sólo corrió, sino que la calidad que aportó, también según Lineker, 'fue de la que distingue a los grandes jugadores de los verdaderamente grandes jugadores'. Beckham se mereció el gol de la gloria, se mereció que, finalizado el encuentro, sus compañeros le dejaran solo en el campo para que se bebiera las ráfagas de adulación que vertían hacia él las multitudes beckstaticas de Old Trafford, aquéllas que siempre supieron, como ahora lo sabe todo el planeta, quién era el único, el indiscutible rey del fútbol inglés.
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