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Columna
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Mallorquines equivocados

El programa gamberro -y estelar- de la televisión catalana, Set de nit, gasta de nuevo esta temporada el recurso a la parodia de un prototipo de mallorquín raro. Es un punto más del universo cómico de las pantallas comerciales, habitadas por el absurdo banal, los fenómenos estrafalarios y la ropa vieja nuevamente cocinada con los tropiezos de otros canales. TV-3 no ha escapado aquí del método y ofrece el discurso ridiculizante de un actor-cantautor peñazo y parsimonioso, que se expresa en su catalán lejano y ultramarino, trufado de castellanismos y melodía.

El personaje que quiere hacer reír en un espacio de entretenimiento y amenidades a la sombra de la actualidad surge como un dislate. Su torpe reiteración de tópicos resulta cargante, puede que hasta ofensiva para el espectador que tiene como propia la rutina lingüística de la que él abusa. 'Cuando hablo de mí no me río', señala el manual de protección moral de los indígenas de Mallorca.

El falso cantautor mallorquín de 'Set de notícies' confunde la parodia con el ridículo de 'la provincia nos visita'

Los mallorquines, históricamente y también ahora, han sido extraordinariamente bien acogidos en la Cataluña gran, a cuya vida se han incorporado sin la consideración de forasteros, al margen de las posibles dificultades de comprensión exterior de muchos de los acentos y expresiones del catalán que sobreviven en su propio ecosistema lingüístico. Aquellos insulares que se hablan en la variante oriental del idioma entienden y pueden hablar al estilo de como lo hacen los interlocutores continentales; sin embargo, éstos parece que están impedidos para hacer las dos cosas: los catalanes pierden palabras de los mallorquines si éstos no frenan su ritmo, adaptan su fonética y toman el diccionario común, y no pasan de la amabilidad de manejar a discreción los artículos salados sa, es y algún idò.

La expresión singular o caricaturesca de un señor con apariencia asilvestrada y con denominación de origen en un espacio de televisión de humor cosmopolita no puede suponer ninguna afrenta a una comunidad. Ni los pueblos ni sus variantes lingüísticas delinquen. Tampoco quedan bien como víctimas universales de la ofensa, excepto en circunstancias bélicas o dictatoriales. Pero cuando la fórmula del mallorquín exótico como método del disparate se convierte en espacio fijo recurrente de la programación de una televisión que tiene rango de pública y voluntad de calidad, la incomodidad entre los posibles aludidos se acrecienta y de la sonrisa se pasa a la mueca. Una fina barrera de elegancia diferencia la astracanada chabacana de la ironía inteligente y ocurrente.

La actriz autóctona Eva Barceló encarnó el juego de Catalina Thomàs y con su histrionismo de raíz fue un antecedente del mismo marchamo televisivo, un equívoco que luego extendió sus recursos y especialidades mallorquinas a la radio y a otras cadenas. Tele 5 y Antena 3, en las últimas semanas, han jugado con sujetos de un aparente paletismo folclórico natural de Mallorca. Ahora en TV-3 la dosis es cargante en el caso del actor que da forma al supuesto cantautor Biel Binimelis. Su bobaliconería y su ensaladilla lingüística queda situada en una pose próxima a la provincia nos visita, que tanto juego dio a la filmografía y al teatro más cutre y gris del franquismo, con tontos de boina tipo Paco Martínez Soria o el exotismo colonial de los negritos del cola-cao.

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En la crítica se objeta el estilo de la sátira confusa, el error de la elección del bufón, la nada sutil distinción entre parodia y ridículo, y lo poco trabajado que está el imposible arquetipo de insular. Es censurable el poco arte y gracia del sujeto y sus creadores, pero en ningún caso debería solicitarse la censura, su desaparición del mapa, ni tampoco evocar una necesaria disculpa diplomática por agravio colectivo que exige rasgadura de túnicas patrióticas.Este lamento por incomodidad es la constatación de un posible error de concepto, una cuestión de estilo y también una medida profiláctica. Es fácil la construcción de imágenes falsas, el anatematizar a colectivos con marcas equivocadas que quedan indelebles en la vaporosa cultura colectiva adherida al tópico. Los catalanes y sus historiadores -el presentador del programa, Toni Soler, lo es- conocen esta peliaguda cuestión porque han sido víctimas desde un arcaico centralismo de los intentos de escarnios inútiles, bien a costa de supuestas causas deportivas, costumbres económicas o métodos políticos.

Un intelectual insular, antes de hacer carrera en Barcelona, se quejaba y sostenía la tesis con causa de que 'en Cataluña siempre se equivocan con los mallorquines y eligen interlocutores equivocados'. Puede ser que en esta ocasión la factoría de productos televisivos El Terrat precipita al vacío a un mallorquín equivocado contra una multitud de admiradores.

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