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AGENDA GLOBAL | ECONOMÍA
Columna
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El desastre de los 'móviles de oro'

Las UMTS,entre el retraso y las deudas

Joaquín Estefanía

LA HISTORIA DE LAS LICENCIAS de telefonía móvil de tercera generación -un futurible- combina la voracidad de unos Gobiernos, el intervencionismo de otros y los cálculos erróneos por parte de las empresas aspirantes a las mismas que, al ser equivocados, han provocado un espectacular endeudamiento en las compañías de telecomunicaciones que han dado al traste con su capitalización bursátil y con sus beneficios.

Recordemos la historia. Las UMTS (Universal Mobile Telecommunication System) son una nueva generación de telefonía celular que, en teoría (porque la tecnología para ponerlas en marcha se ha atrasado), multiplicará la velocidad de la telefonía y su capacidad para aportar información. Las UMTS proporcionarán texto e imágenes, que llegan al usuario a través de la pantalla del teléfono móvil, permiten la posibilidad de comprar productos on line, reservas de viajes o entradas para los espectáculos, leer la prensa, conocer el tiempo que va a hacer, etcétera. Se dice que la tecnología UMTS multiplicará por 225 la velocidad de los móviles de segunda generación, transmitiendo en ocho segundos lo que a estos últimos les cuesta media hora.

El resumen de las UMTS es esquizofrénico: tecnología que no llega, empresas endeudadas hasta las cejas, condiciones que cambian creando inseguridad jurídica, legislaciones nacionales y, por tanto, no europeas, etcétera

Las licencias para tan revolucionario invento las conceden los Gobiernos. Los de la UE más Suiza y Noruega otorgaron 75 licencias bajo dos métodos: subasta (al mejor postor) o concurso público (se eligen los adjudicatarios de acuerdo a una cesta de criterios, como el nivel de inversión y empleo comprometido, tarifas, calidad de servicios, etcétera). Los principales países europeos las adjudicaron por subasta, lo que les proporcionó unos ingresos extraordinarios por valor de 25 billones de pesetas. Las tres cuartas partes de ese dinero las captaron Alemania, Gran Bretaña e Italia, que maquillaron con el mismo sus cuentas públicas. Alemania y Gran Bretaña cerraron el ejercicio 2000 con superávit. Al retrasarse la implantación de las UMTS, las adjudicatarias se han endeudado hasta las cejas. Se estima que sociedades como Deutsche Telecom, France Telecom, BT, Telecom Italia, Telefónica, KPN... tienen en la actualidad una deuda neta de más de 43 billones de pesetas, que las asfixia.

España, que fue el primer país europeo que adjudicó las nuevas licencias, lo hizo por concurso y con nocturnidad. Un día después de las elecciones generales del 12 de marzo de 2000, que dieron la mayoría absoluta al PP, se resolvió la adjudicación a favor de cuatro empresas, Telefónica Móviles, Airtel, Amena y Xfera. El dinero obtenido por esas licencias, 90.000 millones de pesetas, era ridículo en comparación con el logrado mediante subasta por los países de nuestro entorno. Lo que significó una crítica fortísima a la acción del Gobierno... que le llevó a rectificar. A posteriori implantó una tasa a las empresas concesionarias de 160.000 millones de pesetas anuales, que llevó a éstas a recurrir a los tribunales por considerarla confiscatoria.

A cambio de levantar estos recursos, de nuevo el PP ha retocado las condiciones de las UMTS, introduciendo en la Ley de Acompañamiento de los Presupuestos Generales del Estado de 2002 una rebaja de la tasa radioeléctrica de 100.000 millones, un 62,5%. Pese a ello, las empresas concernidas, que no han sido consultadas, siguen considerando alta la tasa y, sobre todo, hablan de inseguridad jurídica. Una de ellas, Xfera, que no tiene licencia de segunda generación para operar en la actualidad, se encuentra en una situación crítica y habla de reducir dos terceras partes de su plantilla mientras llega la tecnología prometida.

El resumen es esquizofrénico: no ha habido regulación europea de las UMTS y cada país ha dado una respuesta nacional heterogénea. Empresas como Telefónica, que participa en algunos consorcios internacionales, han pagado poco por las licencias españolas y una barbaridad por las de otros países. La deuda es brutal y, para colmo, la tecnología se retrasa una y otra vez.

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