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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El nacionalismo español

José María Ridao

JoséÁlvarez Junco fija en 1808 el momento fundacional de la idea de España que llega hasta hoyy relata la historia de una construcción patriótica mítica.

Uno de los principales hallazgos de Mater dolorosa, de José Álvarez Junco, radica tal vez en haber advertido que, frente a la actual proliferación de estudios sobre los nacionalismos catalán, vasco o gallego -fruto de la creciente preocupación acerca del encaje territorial del país-, faltaba por emprender una investigación evidente: la historia del nacionalismo español. A partir de esta constatación, Álvarez Junco traza un documentado y bien estructurado recorrido a través de la literatura, el arte y la política del siglo XIX, interpretando a la luz de la forja de la identidad, de la construcción nacional española, una serie de obras y decisiones de gobierno que, hasta ahora, no habían sido integradas en un relato de esta naturaleza.

Álvarez Junco fija en 1808 el momento fundacional de la idea de España que llegará hasta hoy, después de severas metamorfosis propiciadas por las concepciones ideológicas en pugna durante los siglos XIX y XX. La que desde fecha temprana se conocería como 'Guerra de la Independencia' constituyó un referente aceptado tanto por los absolutistas como por los liberales, pero ello a costa de una diferencia radical en la interpretación de la revuelta popular contra las tropas napoleónicas. Mientras que para los primeros, 1808 significaba el triunfo del catolicismo sobre la Francia descreída, para los hombres de Cádiz era una victoria de la nación soberana, que debería a partir de entonces consagrarse a elaborar una constitución con la que poner fin al Antiguo Régimen.

A lo largo de las páginas de

Mater dolorosa, Álvarez Junco da cuenta de la progresiva adopción de la idea de nación por parte de los absolutistas y las corrientes conservadoras, para las que la simple mención de ese término empezó evocando el fantasma de la Revolución Francesa. El análisis de las relaciones entre el catolicismo y la nación resulta en este sentido esclarecedor, al poner de manifiesto cómo la fuerte presencia de la Iglesia en la vida pública española acabaría privando al Estado de uno de sus más decisivos instrumentos de nacionalización: la escuela. En 1857 -señala en este sentido Álvarez Junco-, los programas de enseñanza no incluían ninguna materia sobre historia de España, aunque sí sobre doctrina católica y nociones de historia sagrada. También la imposición de una lengua única, siguiendo para ello el modelo de Francia, se enfrentaría a obstáculos insalvables por la escasez de escuelas del Estado.

Pese a no contar con instituciones solventes para la tarea de construir la nación, los artistas y escritores del XIX 'hicieron', siempre según Álvarez Junco, 'sus deberes'. La mayor parte de ellos participó, en efecto, de una decidida voluntad de inventar la tradición, contribuyendo a elaborar un relato canónico del pasado en el que se reivindicase la existencia de un sujeto colectivo inalterable y celoso de su independencia. Puesto que la crónica había de consistir por fuerza en una sucesión de victorias sobre los invasores extranjeros, el trago amargo de las derrotas se solía convertir en virtud mediante el recurso a la resistencia extrema, como la de Sagunto y Numancia. Álvarez Junco muestra la manera en que las diversas manifestaciones del saber y del arte se van acomodando a este relato. Así, la arqueología del XIX se dirigirá hacia zonas en las que tuvieron lugar los antiguos asedios, mientras que la pintura pondrá rostro a los héroes y dará vida a las escenas decisivas del pasado. También la arquitectura se verá envuelta en el debate sobre la nación, y proliferarán los edificios de inspiración neogótica, neobarroca o neomudéjar. Y otro tanto cabe decir de la música.

Para Álvarez Junco, la aparición de nacionalismos diferentes del español en el último tercio del siglo XIX favorecerá el carácter reactivo con que éste se revestirá a partir de entonces. Ya no será sólo un nacionalismo católico, sino también un nacionalismo comprometido en defender la unidad en torno a Castilla. A la llamativa ausencia de símbolos comunes e interpretados sin calculada ambigüedad -Mater dolorosa consagra páginas muy ilustrativas a las dificultades y titubeos para establecer un himno, una bandera o una fecha para la fiesta nacional- se sumarán ahora los efectos perniciosos de un intento de uniformidad que, por confundir la parte con el todo, alentará más la segregación que el reagrupamiento en torno a valores comunes. De ahí que Álvarez Junco concluya su indagación sobre el nacionalismo español diciendo que su supervivencia dependerá del éxito de su actual asociación con el patriotismo constitucional, 'distanciándose así de sus conexiones con el franquismo'.

Concluida la lectura de Mater dolorosa, la sensación que queda es que la reflexión de Álvarez Junco ofrece argumentos suficientes como para que, en algún momento, los españoles aborden la tarea de poner en tela de juicio el relato canónico del pasado que les legó el siglo XIX. Si, en efecto, el futuro de la idea de España depende de su asociación con el patriotismo constitucional, y no con una forma de contar la historia, no se entiende por qué seguir respetando sus viejos mitos, por qué aceptar su línea argumental ni su insistencia en unos hechos más que en otros. Sobre todo cuando emprender una crítica sin concesiones de ese relato otorgaría una incontestable legitimidad para criticar los relatos alternativos que sirven de base a los nacionalismos catalán, vasco o gallego, empeñados en esgrimir como argumentos históricos lo que, como en el caso español, no son más que construcciones políticas retrospectivas.

Madre y madrastra

'FRENTE A LA ÉPICA imperial de la orgullosa Inglaterra victoriana expresada por un Kipling; frente al patriotismo populista, sentimental y ampuloso de Victor Hugo; frente al orgullo cultural y la intensidad pasional de los héroes de Verdi o Manzoni, a los niños españoles se les enseñaba a apiadarse de España'. Así explica Álvarez Junco esa imagen de madre doliente, inspirada en las estampas católicas y en la aguda conciencia de decadencia e incomprensión exterior que sintieron tantos españoles, que ha colocado como título de su ensayo. La metáfora de España como madre haría sin duda fortuna a partir del siglo XIX, empleándose desde entonces en las más diversas circunstancias y desde las posiciones más opuestas. Si las colonias americanas se rebelaron contra ella, la generación del 98 supo compartir su sufrimiento. Si los nacionales de la guerra civil se aprestaron a servirla, los republicanos acusaron su desdén. Puestos a reprocharle la crueldad de su derrota y de su exilio, no encontraron mejor apelativo que el de madrastra, confirmando a la vez que desmentían una imagen que, como advierte Álvarez Junco, había calado hondo en el imaginario colectivo.

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