_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La comunicación entre las artes

José Antonio Orts combina en sus instalaciones de 'esculturas' distintos lenguajes plásticos con la música y la danza, unidos en una sola propuesta conceptual.

La idea de una 'obra de arte total' sólo podía proceder de un músico visionario de rasgos visionarios. La propuso Wagner, y desde entonces ha funcionado como epítome del sueño de una integración de las artes y como pendant de la opuesta tendencia modernista a la progresiva depuración de cada una de ellas.

En nuestros días, con la eclosión de las orientaciones multimedia, muchos artistas que no son ni John Cage ni Bob Wilson suelen acogerse a aquella perspectiva utópica apelando al vagaroso principio de la intercomunicación o entreveramiento de las artes, con resultados tan bienintencionados como frecuentemente infecundos.

El caso de José Antonio Orts (Meliana, Valencia, 1955) se presenta, por fortuna, bajo una luz diferente, tal vez porque lo decisivo en él estriba en el bagaje que le procura su formación como compositor, que le permite articular los diferentes lenguajes artísticos en función de un fondo unitario de rigurosidad que sólo puede prestarles la música.

Desde hace años viene traba

jando en una serie de instalaciones de 'esculturas' compuestas de unos artilugios de su invención en los que unos pequeños receptores de luz, conectados a unos altavoces y unos tubos a manera de los de los órganos, transforman en sonidos las oscilaciones luminosas producidas por los espectadores, generando así un espacio sonoro cambiante en donde se combinan el azar de los movimientos de los cuerpos con la exactitud de los sonidos con que son correspondidos.

En esta ocasión, ha dado un paso más, y por cierto que en el sentido más coherente. De lo que se trata es de la escenificación espacial de los elementos fundamentales de la música (los seis acordes principales desarrollados en forma de contrapunto).

Por otro lado, ya no son sólo los espectadores los que motivan el sonido, sino que es un grupo de seis bailarines el que, provisto de una especie de trajes emisores de luz a través de las manos, y captores de luz en la garganta, van ejecutando con sus complicadas evoluciones y sus gestos una partitura, una música que responde inmediatamente a los movimientos del cuerpo, sencillamente porque son éstos los que la producen en la misma medida en que generan la luz a la que se han hecho sensibles los distintos elementos de la instalación. Se diría que a todo esto sólo le falta la palabra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_