A otro gaché con el cante
La misma palabra 'cante', que hoy designa genéricamente a nuestro objeto, es decir, al flamenco sin más, es una equivalencia tardía -antes hubo toda suerte de disquisiciones, titubeos y envolturas múltiples, entre 'cantares' (la utilizó hasta Bécquer), 'copla' (hasta, por lo menos, Cansinos-Assens), 'cante jondo' (Lorca, Falla), lo cual ha dejado una larga estela de ambigüedades que llegan, cómo no, hasta nuestro ecléctico Diccionario de la Academia, con esta definición que hay que coger con pinzas: 'And. Acción y efecto de cantar. 2. And. Cualquier género de canto popular. Hondo o flamenco, el andaluz agitanado'.
Como ven, un poco revuelto y ambiguo, pues no todo lo que se canta en Andalucía es flamenco, ni el flamenco es popular como, por ejemplo, la canción infantil de corro o el romance, ni la condición de 'agitanado' le es consustancial, por mucho que quiera el sector gitanista de los aficionaos. Eso, sin contar que se escriba 'hondo', y no 'jondo', como sería lo suyo. Pero con esto de la Academia y el flamenco no hay que precipitarse, que queda mucha tela que cortar.
Aunque la equivalencia entre 'cante' y 'flamenco' se siente como actual, la sinonimia ya está prácticamente consolidada en la fundamental recopilación de Machado y Álvarez, de 1881: 'Te den un tiro y te maten / como sepa que diviertes / a otro gaché con el cante'. Atención ahora a la palabra 'gaché', que es la verdaderamente opuesta a 'gitano', y no 'payo', que es despectiva en caló, aunque muchos 'gachés' hayan caído en la trampa de dejarse llamar de esa manera.
Pero fuera del idioma de los calés, ellos mismos utilizan otro término para nombrar a los que no son de su raza, y es 'castellano'. Así lo atestigua esta antigua copla -ahora en sentido métrico, esto es, cuatro octosílabos con los pares asonantes- que se puede meter por varios palos: 'Semos los probes gitanos / más probes que las alondras. / Civiles y castellanos / nos niegan hasta la sombra'.
Para no salirnos del ambiente del bronce, traigamos de nuevo a colación el artículo referenciado la semana pasada, en el último número de la revista gaditana Tierra de Nadie. En realidad, se trata de una correspondencia muy artística de letras y fotografías, con una breve pero enjundiosa introducción de Rafael Lorente Herrera. En ella se sostiene muy bien, junto a otras, la clasificación entre 'letras matrices' y´ 'letras de familia', todo ello referido a los prodigiosos entresijos del barrio de Santiago, de Jerez, con sus rotundas alegrías de vivir: 'En la calle nueva / hay un almacén, / donde venden azúcar, / manteca y café'. Alivio, se diría, para los tiempos chungos, donde vuelven a tener su escondrijo seguro los goces del queré (en el lenguaje del flamenco casi nunca se dice 'amor', que debe ser otra cosa, como más fina): 'Dejo la puerta entorná / por si alguna vez tú pasas / y la quieres rempujá'.
Esto de letras matrices y de familia nos parece una distinción relevante, aunque no sea formal, como las que preferiblemente aplicaremos en estas divagaciones de puro placer. Por ejemplo, los caracoles siempre empiezan con la primera gesta moderna de los andaluces por los Madriles: 'La gran calle de Alcalá, / cómo reluse / cuando suben y bajan / los andaluse...' ¿Por dónde íbamos?
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