'No sé si Manuel de Irujo estaría muy conforme con el pacto de Lizarra'
Santiago de Pablo es profesor de Historia de la Universidad del País Vasco (UPV) y coautor, entre otras obras, de la ambiciosa historia del PNV (El péndulo patriótico). El viernes ofreció en San Sebastián la conferencia Manuel de Irujo en la Transición (1975-1981), dentro de las las jornadas y la exposición organizadas por Eusko Ikaskuntza con motivo del 20º aniversario de la muerte del político nacionalista, una de las figuras históricas más destacadas del PNV.
Pregunta. ¿Qué papel desempeñó Manuel de Irujo en la transición?
Respuesta. No tuvo un papel práctico tan determinante como en etapas anteriores, porque tenía 84 años y era consciente de que eran los jóvenes quienes tenían que llevar el partido y la transición adelante. Pero su papel sí fue importante a nivel simbólico, pues representó el enlace con la generación de la República y la guerra. Formó parte de un grupo que enlazó la transición con la memoria histórica de la democracia y del nacionalismo en la etapa republicana.
P. ¿Como navarro, cuál era su posición respecto a la denominada cuestión navarra?
R. Creía que Navarra forma parte de Euskadi de manera natural. Al mismo tiempo, era representante de un nacionalismo vasco más moderado, más integrado en España. Es el único en toda la historia que ha sido ministro de la República española. Y eso también se notaba en esa cuestión. Se daba cuenta de que el nacionalismo vasco era minoritario en Navarra y, por tanto, que había que conquistarlo por el corazón y no por la violencia. Dijo muchas veces que no se podía dejar la nave en manos de locos, refiriéndose a ETA y al nacionalismo radical, sino entrando en esa dinámica más pactista.
P. ¿Qué similitudes y diferencias tiene el PNV que vivió Irujo con el actual?
R. Hay una línea más o menos continuada, que es, mantener la independencia como aspiración de fondo, pero, al mismo tiempo, agarrarse a la realidad, ser muy pragmático. La transición es un momento de esperanza, y eso también se nota en un PNV, que en aquellos momentos se olvida de maximalismos y opta por acuerdos con las fuerzas democráticas e, incluso no aceptando la Constitución, decide integrarse en el sistema español.
P. ¿Cómo vería el actual debate en torno a la Constitución, el Estatuto, la autodeterminación y la independencia?
R. Es complicado saberlo, porque son momentos históricos distintos. De hecho, Irujo también tuvo su momento maximalista en la posguerra, llegando a dibujar un mapa de Euskadi que incluía parte de Aragón y Castilla. Pero, siendo siempre un nacionalista vasco consecuente con sus ideas, perteneció al ala más pragmática. Veía una Euskadi en la que hay gente nacionalista y gente que no lo es, y era partidario de adaptarse a las circunstancias.
P. ¿Qué mensaje lanzaría hoy Irujo a ETA y a Batasuna?
R. El que ya lanzaba a ETA entonces. Irujo se caracterizó durante la Guerra Civil, por ser la persona que más intentó humanizar la guerra y más hizo por defender los derechos individuales. Por tanto, su actitud respecto a ETA fue, y estoy seguro de que seguiría siendo ahora, condenar absolutamente sus métodos violentos. También es verdad, y esto hay que tomarlo entre comillas, que los consideraba como una especie de hijos descarriados, que estaban hundiendo a la patria y a los que había que intentar llevar de nuevo al redil. Para la izquierda abertzale el mensaje también sería claro. Hay un momento, en plena Transición, que dice claramente algo así como cómo vamos a ser capaces de gobernarnos a nosotros mismos, si ni siquiera somos capaces de vivir en paz unos con otros.
P. ¿Hubiera estado de acuerdo con el pacto de Lizarra?
R. Es también complicado de saber. Pero, al menos por donde ha ido derivando y lo que luego se ha visto que ha sido Lizarra, no sé si estaría muy conforme. Irujo siempre fue partidario de un nacionalismo de acuerdos con los socialistas, por ejemplo, como principal fuerza democrática. En ese sentido, me parece que el pacto de Lizarra sí que va en contra un poco de esa línea.
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