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Reportaje:

La política que no da respiros

Teófila Martínez se muestra intransigente con los adversarios y severa con sus compañeros de partido

Luis Barbero

A Teófila Martínez nunca le ha gustado hacer planes en su carrera política. Siempre ha dejado que las circunstancias (léase necesidades del PP) inclinasen su sino. Pese a dejarla al albur, la trayectoria de Martínez (Santander, 53 años) ha estado condicionada, a la postre, por su forma de entender la política.

¿Y cómo entiende la política Teófila Martínez? Básicamente, como un trabajo que se ejerce con disciplina, de sol a sol (no es una frase hecha) y desde las trincheras. No da un respiro a los suyos y, sobre todo, a los adversarios, a los que no reconoce un solo mérito.

Aparejadora de profesión, Martínez se expresa con una dialéctica áspera, a menudo trastabillada, que hace que sus discursos chirríen por extemporáneos -'Hay muchos andaluces confiados que no encuentran ningún estímulo para informarse bien y saber lo que más les conviene'-.

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A menudo comienza sus intervenciones de forma pausada, con voz monocorde, como quien está leyendo el BOE, y de pronto se acalora y en un pispás no deja títere con cabeza. Y en eso los socialistas se llevan la palma. Cuando se la interroga sobre algún reproche del PSOE a su persona no es extraño que finalice su respuesta con retahílas como: '¡Y los GAL, qué; y Filesa, qué; y los maletines, qué!'.

Esta oratoria improvisada e imprevisible hace que a veces se salga por peteneras: en el último pleno del Parlamento, asaeteó al presidente de la Junta, Manuel Chaves, con el argumento de que él había sido hijo de un coronel del Ejército durante el franquismo, mientras que ella sólo la hija de un ferroviario (es hija de un jefe de estación).

Es más, hace poco, en este caso en el Ayuntamiento de Cádiz, también atacó por este flanco al portavoz andalucista Julio Braña, teniente coronel en la reserva y ex concejal del PP. 'Usted cobra como militar en la reserva de no sé qué guerra', le dijo a Braña.

Estas manifestaciones ácidas constituyen la cara visible de una forma de interpretar la política que se caracteriza por la intransigencia con los adversarios políticos (la interlocución PP-PSOE es hoy por hoy casi inexistente) y por la severidad con los compañeros de partido, con los que, salvo contadas excepciones, mantiene relaciones cordiales y punto.

En los conciliábulos del PP, ya sean del grupo municipal de Cádiz, de la dirección regional del PP o de los diputados autonómicos, Martínez se extiende en disertaciones que no encuentran réplica y, mucho menos, contradicción. Estos encuentros culminan con un silencio ensordecedor y casi siempre con un mensaje final de Teófila Martínez: 'Hay que trabajar, hay que trabajar más', demanda que a la larga termina irritando a sus compañeros de partido por la reiteración y por su consagración como principio político.

Lo cierto es que cuando Teófila Martínez exige trabajo predica con el ejemplo: hoy por hoy ejerce, con mando en plaza, como presidenta regional del PP, jefa de la oposición en el Parlamento andaluz, senadora y alcaldesa de Cádiz.

Esta acumulación de cargos no ha sido planificada pero tampoco es fruto del azar: está relacionada con su convicción de que la política es un trabajo al que hay que dedicarse en cuerpo y alma con respeto absoluto a la disciplina de partido.

Teófila Martínez hizo sus primeros pinitos en política hace 18 años. Tras vivir una época en Venezuela, a mediados de los setenta, Martínez y su marido, el empresario de hostelería Santiago Cobo, se instalaron en El Puerto de Santa María, localidad en la que llegó a ser teniente de alcalde de Urbanismo (1983-1987).

Los dos siguientes años se retiró del primer plano por discrepancias internas del PP, pero en las elecciones de 1989 ya fue como cabeza de lista al Congreso por Cádiz. Es a partir de este momento cuando traba relaciones con el núcleo de confianza de José María Aznar, hasta que se integra en él junto a Mariano Rajoy, Francisco Álvarez Cascos, Javier Arenas, Loyola de Palacio, Federico Trillo, Luisa Fernanda Rudi o Rodrigo Rato, su gran valedor. En aquellos años tuvo enormes broncas en el Congreso con José Borrell y con Carlos Solchaga, al que recuerda como un magnífico orador (el mejor tras Rato).

De ahí dio el paso que le ha permitido obtener su gran éxito político: la alcaldía de Cádiz en 1995, cargo que renovó cuatro años después con una mayoría aplastante (66% de votos, la lista más votada de España) pese a haberse enfrentado a numerosos sectores sociales y con la oposición en bloque, a veces con virulencia.

En 1999 se enfrentó a la prueba definitiva de la lealtad a su partido: a la vista de la ausencia de voluntarios en el PP para competir con Chaves en Andalucía, Teófila Martínez cubre esta urgencia pese a que nunca había mostrado excesivo interés por la política autonómica.

Sin gozar aún de una autoridad indiscutible en el PP andaluz, Teófila Martínez sabe que, salvo hecatombe, repetirá como candidata a la Junta en 2004 e intenta adaptarse a las circunstancias.

Se niega a abandonar la alcaldía para dedicarse plenamente a la política autonómica porque, según dice, Cádiz 'es un compromiso personal'. También sabe que de todo el núcleo que capitaneó la oposición a los gobiernos de Felipe González es la única que no ha llegado a un ministerio o a un puesto de relevancia en Madrid, aunque le resta importancia a este extremo. 'He visto a mucha gente en mi partido cambiarle la cara, y hasta la expresión de los ojos por una ambición frustrada. Yo no estoy dispuesta a eso', afirmó en una entrevista.

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Sobre la firma

Luis Barbero
Es subdirector de Actualidad de EL PAÍS, donde ha desarrollado toda su carrera profesional. Ha sido delegado en Andalucía, corresponsal en Miami, redactor jefe de Edición y ha tenido puestos de responsabilidad en distintas secciones del periódico.

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