Expresionismo en Pamplona
PERFILPERFIL. Una imagen recurrente de Eusa es ésa en la que aparece sobre un camello en el desierto: ilustra mejor que nada el afán viajero del arquitecto, que recorrió Europa y el norte de África en busca de las sugerencias que se ofrecían en Viena, Amsterdam, Atenas, Estambul o El Cairo.
Siempre ha habido ciudades dentro de las ciudades, pero muy pocas cuentan con el privilegio de presentar recorridos arquitectónicos a partir de la obra de un visionario. Así se puede definir el paseo por la huella que ha dejado en la, por otra parte bastante anodina, Pamplona, Víctor Eusa, quien aportó entre los años 30 y 50 un decorado ideal para una película de Fritz Lang.La vinculación con el expresionismo es una de las virtudes más reseñadas de este arquitecto nacido en 1894 en el centro de una capital navarra que entonces comenzaba a 'ensancharse'. Él mismo participa con algunos de sus proyectos fundamentales en el segundo ensanche de la ciudad, al que imprimirá su visión generosa de los ángulos, además de la reivindicación de la esquina como un lugar de atención preferente.
Lo cierto es que en este recorrido por el decorado personal de Víctor Eusa no se cuenta con esas iluminaciones al estilo del gabinete del doctor Caligari, además de que la presión del resto de los edificios de la ciudad oscurece muchas veces la angulosidad de sus propuestas. Pero, así y todo, merece la pena adentrarse en ese mundo que bebe del ladrillo del estilo mudéjar, el hormigón armado del movimiento moderno y las soluciones estéticas de arquitecturas centroeuropeas como la vienesa o la holandesa.
El itinerario puede comenzar en la frontera misma de lo que es conocido como el segundo ensanche de Pamplona. Allí se encuentra la iglesia y convento de los Paules que recibe al visitante que se acerca en automóvil por la avenida de Sancho el Sabio hacia la plaza de los Fueros. En este edificio ya figuran algunas de las virtudes más características de Eusa, como la combinación de ladrillo y hormigón armado, material éste último con el que el arquitecto navarro consigue combinaciones sorprendentes.
El interior de la iglesia consta de una sola nave, en la que los recursos habituales de este creador (especialmente el dominio del diseño y el uso de la luz), se utilizan con brillantez para crear un espacio de profundidad religiosa sin vinculaciones historicistas.
Para cuando se le encargó este templo, Víctor Eusa contaba con una fama inédita para un treintañero. No en vano, con 26 años había ganado el premio para la construcción del Gran Kursaal, el casino de San Sebastián, en cuyo solar, otro navarro, Rafael Moneo, ha mantenido el espíritu vanguardista de su antecesor. Con el respaldo de este edificio, que se construyó entre 1920 y 1922, Eusa tuvo, en años sucesivos, la confianza de los principales constructores de Pamplona.
Dentro de las órdenes religiosas también contaron con su colaboración los maristas, los escolapios y el propio Obispado, que le encargó la construcción del Seminario de San Miguel, donde el expresionismo religioso alcanza su máxima expresión. Ubicado en la avenida de la Baja Navarra, en las afueras de la ciudad, el proyecto está presidido por una enorme cruz de hormigón y vidrio en el centro de la fachada principal, de la que parte un edificio simétrico, con los juegos angulares característicos, con giros de 45º, que imprimen un movimiento particular al conjunto.
Esta sensación también se encuentra en construcciones menores, como el edificio de viviendas que ilustra estas líneas, en la confluencia de las calles Fernandez Arenas y García Castañón. Aunque el tiempo haya diluido el contraste entre el ladrillo y el hormigón armado (la casa bien merece una restauración), todavía se puede disfrutar de los usos que Eusa daba a estos dos materiales. Destaca, sobre todo, el escultórico, influencia del arquitecto vienés Kolo Mosser.
Como señala el estudioso Alberto Ustárroz, 'la visión de las bellas escultoras de la Postparkasse de Kolo Mosser, esas ateneas vienesas tan profusas en la Secession, serán evocadas en la esquina de la calle García Castañón'. Y es que Eusa es un arquitecto excepcionalmente dotado para la forma y, por eso, no extraña que utilice las posibilidades del hormigón armado para completar sus edificios, con esculturas con reminiscencias a la roca tallada.
No muy lejos de esta vivienda se encuentran otros edificios emblemáticos de este creador, con los que alegra una ciudad uniforme. Como señala Manuel Íñiguez, con estas obras 'el espacio urbano recupera de nuevo sus valores más significativos'. Estas aportaciones son, por ejemplo, el edificio de viviendas de la plaza Príncipe de Viana, deudor del arquitecto vienés Otto Wagner, sobre todo en los remates, la vivienda unifamiliar de la calle Francisco Bergamín, o los edificios de la Vasco Navarra y de Seguros Aurora. Éste último, reflejo del abandono, tras la guerra civil, de cualquier intención vanguardista.
Y después de todo este atracón de edificios, no queda mejor remate que la degustación de una copa o, mejor, un cóctel de aquellos que se hicieron famosos en los mejores años de Eusa. Para ello, no hay mejor lugar en Pamplona que el Casino Eslava, la obra cumbre del arquitecto navarro, en el corazón de la ciudad, la Plaza del Castillo.
Aunque este espacio ahora se encuentra en obras, el Casino permanece en pie y abierto al público. Tras las restauraciones realizadas en el último decenio, se puede disfrutar como si fuera el primer día de las virtudes de la arquitectura expresionista de Eusa que provocan la dinámica del movimiento y la ilusión de la luz. Para ello, sólo hay que centrarse en la escalera de caracol, diseñada y construida sin apoyos externos, salvo una columna a la que se enroscan todos los peldaños.
Esta aportación inusual en su momento ofrece, además, un aspecto casi inédito en la obra del creador, como es el uso de la línea curva, que tomará presencia en otros lugares del Casino, como el diseño de los espacios dedicados al bar o al salón de baile. Desde aquí, con tranquilidad, se puede rememorar la aportación de Eusa al desarrollo de su ciudad natal que alcanza también parques como el de la Taconera.
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