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Reportaje:VUELTA 2001 | Duodécima etapa

La paciente tarea de convencer al Chava

Jiménez nunca pensó en ganar en Arcalís, hasta que le llevaron al recorrido por la mañana

Carlos Arribas

¿Cómo convencer a un ganador de que puede ganar? Cuando se trata de José María Jiménez esta tarea no es tan contradictoria como parece. El Chava, coleccionista de victorias (él, la esencia de la irregularidad, luce también el maillot de la regularidad de la Vuelta, después de despojar a Zabel ayer, a la vez que el de rey de la montaña, su reino), llegó al hotel del equipo el miércoles por la noche, y después de un prólogo ('no me habléis de la general, yo sólo quiero ganar etapas, y me vale más ganar unas cuantas que quedar cuarto al final'), les dijo a los técnicos del iBanesto.com: 'De todas formas, en la cronoescalada de Arcalís no contéis conmigo, hay mucho llano al principio y no puedo ganar'. De todos es sabida la poca predisposición psicológica del escalador abulense de aguantar resignado la tortura de la contrarreloj llana. No le gusta rodar y nunca rodará.

En su equipo, evidentemente, no iban a dejar las cosas así. En vez de discutir con el corredor, tarea imposible, decidieron darle una lección práctica. Así, ayer por la mañana, bien temprano, cogieron un coche, montaron al Chava y a su bicicleta y tiraron para arriba. Recorrieron motorizados los 14 primeros kilómetros de la cronoescalada, comentaron los virajes, los porcentajes, los repechos. Vieron, hicieron ver al Chava, que en Andorra la palabra llano no existe, que ya desde el principio aquello subía, pasaron por el histórico sitio de El Serrat, allí donde Ullrich en 1997 dejó sentados a Virenque y Pantani para irse a ganar la etapa en la cima de Arcalís y vestir el amarillo del Tour, y el Chava dijo: 'Pues sí que es duro. Y esto ya lo he subido yo, y es duro, sí'. Para terminar de confirmarlo, el ciclista sacó la bicicleta del coche y terminó de subir el recorrido, los tres últimos kilómetros, dando pedales. El descenso, en coche por entero, fue más silencioso. El Chava ya no necesitaba más. En sus labios comenzó a dibujarse la sonrisa del cazador que ve a tiro la pieza. Por la tarde, cargó la escopeta y disparó. Blanco. La tercera pieza que el ciclista cazador cobra en esta Vuelta. El Chava ya habla de la cuarta, la cumbre de Aitana, el domingo. Convencerle de que, además, podría ganar la Vuelta ya parece harina de otro costal. Más bien una tarea de titanes.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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