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Columna
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Dios salve a Bétera

Aunque al final acabemos hablando de Eduardo Zaplana y su Gobierno, lo cierto es que la gravedad de la situación internacional es siempre un alivio para los asuntos de la política doméstica. Lo vimos hace una década durante aquella guerra del Golfo que se saldó con una victoria militar norteamericana y un odio brutal que ha estallado atrozmente estos días. Es más fácil ganar la guerra que la paz y aquella victoria no sólo no la trajo, sino que multiplicó un enemigo más desesperado y más fanático, capaz de provocar lo que parecía imposible: la masacre de Nueva York y la caída de uno de los lados del Pentágono.

Todo es pues posible en las próximas horas. Mientras, en Wall Street se canta un Dios salve a América, acompañado de una bajada de los tipos de interés, pero incapaz de contener la falta de fe de los mercados. Una falta de fe que viene a confirmar algo tan sobradamente conocido como que el dinero es apátrida. Sí, todo es posible en las próximas horas en las que se está preparando a la opinión pública para el anuncio de una guerra larga, de amplios escenarios e incierto enemigo.

En esta situación los asuntos domésticos parecen perder interés. Y así ha pasado sin pena ni gloria el debate de política general en las Cortes Valencianas. Lo preocupante no es que en estas circunstancias el debate parlamentario pasara desapercibido, lo preocupante es que en una situación de tranquilidad, tampoco habría sido capaz de interesar a la ciudadanía, con todo lo que ello representa de distancia entre representados y representantes. Y también, previsiblemente, pase desapercibida la pretensión de la oposición de que Zaplana explique ante las Cortes Valencianas el nombramiento del director general de Gescartera, Jaime Morey, como asesor de Presidencia de la Generalitat. Horas antes de que su partido librara a Zaplana de comparecer ante la comisión de investigación de las Cortes, el propio secretario general del PP, Javier Arenas, dijo que el foro adecuado para que Zaplana se explicara era el parlamento autonómico, lo que siendo cierto, tampoco invalidaba que pudiera hacerlo ante el parlamento estatal. En las próximas horas Zaplana va a tener ocasión de demostrar sus convicciones, pues a tenor de lo que establece el Estatut, sería un fraude democrático que se negara a responder ante las Cortes de un acto político, como es el nombramiento de un asesor de su Gobierno. Las sospechas abiertas por el asunto Gescartera tienen el suficiente calado financiero y político como para que se añadan nuevos elementos de desconfianza a costa de un silencio tan empecinado como, aparentemente, inexplicable. En medio de la crisis mundial sorprende también la falta de capacidad del president para intentar organizar una mínima estrategia económica cara a la exportación valenciana, frente a su previsible caída y toda la repercusión en una economía tan volcada al exterior como ésta. También aquí las críticas podrían extenderse a la oposición por su falta de reflejos para reclamárselo, pero tal vez la izquierda haya temido que la respuesta de Zaplana fuera volver a contratar a Julio Iglesias con cargo al Ivex.

Por lo demás, es en estas crudas circunstancias bélicas, cuando se rasgan algunas cortinas que en otros momentos enmascaran la realidad: ¿quién se atreve a loar como se ha hecho con notoria frivolidad los pasados meses las 'ventajas para Valencia' que supone que se ubiquen en Bétera instalaciones del mando de la OTAN?

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