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Reportaje:

Invertir en deporte, invertir en ciudad

Tarragona, Lleida y Girona apoyan a sus equipos de fúbol y baloncesto como vía para promocionar su propia imagen

Dice Bernabé Hernández, concejal de Deportes del Ayuntamiento de Lleida, que el equipo de fútbol de la ciudad ha sido el mejor vehículo para conseguir que en toda España la sonoridad de Lleida fuese sustituyendo progresivamente a la ya casi olvidada de Lérida. 'Sin duda, ha normalizado el nombre de la ciudad más rápido que cualquier otra entidad', afirma Hernández, tajante. Sin estridencias, sin polémicas, sin transiciones traumáticas, un modesto equipo de Segunda División ha logrado convertir en algo natural un asunto que la política suele asumir como una gran batalla. No es un hecho nuevo. El creciente arraigo del deporte en las ciudades pequeñas ha convertido a sus clubes más punteros en una suerte de embajadores, capaces de difundir las virtudes de la tierra en el rincón más remoto. Del mismo modo que el Mallorca luce por Europa el nombre de la isla -el equipo ha sido elegido por el Gobierno balear para promocionar su página web www.visibalears.com-, y el Lleida normalizó el nombre de su ciudad, el Casademont situó a Girona en el mapa y lo propio intenta hacer el Nàstic con Tarragona.

Lleida intenta compensar el descenso del equipo de fútbol con el ascenso del de baloncesto

Antes lo habían hecho ya otros: el TDK, al proclamarse campeón de la Liga ACB en la temporada 1997-1998, elevó a categoría nacional el nombre de Manresa. Algo similar a lo que siempre ha hecho la Penya con Badalona. Cuna del baloncesto, la ciudad barcelonesa pretende articularse ahora en torno a la construcción de un gran parque temático dedicado al baloncesto en el año 2003.

'Si Tarragona es patrimonio de la Humanidad, el Nàstic es patrimonio de la ciudad', señala Josep Maria Andreu, presidente del equipo tarraconense. El ascenso el pasado junio del Nàstic a la División de Plata del fútbol español fue acogido y celebrado por la ciudad como la mejor de las noticias. Desde que pasó a ser equipo de Segunda A, Tarragona supo que una puerta hacia el exterior se le abría. De hecho, hace ya tres semanas que el Nàstic pasea el nombre de su ciudad por algunas de las plazas futbolísticas con más solera. 'Esto es un proyecto de ciudad, de promoción tanto dentro como fuera', señala Andreu.

Ante esta evidencia, las administraciones locales apuestan decididamente por apoyar a los clubes con más proyección. Saben que el esfuerzo económico realizado será recompensado con una promoción turística gratuita que acabará redundando en las arcas municipales; además de mantener en un buen estado unas instalaciones capaces de acoger también otro tipo de actividades.

En Girona intuyeron pronto esta nueva vía y hoy no tienen ninguna duda. 'En el resto de España, a la ciudad se la conoce por el baloncesto', afirma el concejal de Deportes del Ayuntamiento, Ponç Feliu. En una ciudad que supera por porco los 70.000 habitantes, 5.000 se congregan cada dos semanas en Fontajau, el pabellón donde el Casademont disputa sus partidos de casa.

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Desde que se construyó en 1993, rara es la semana en la que no se agotan las entradas. Nada de extrañar si se echa un rápido vistazo a las estadísticas: Girona es la quinta provincia de España con mayor número de fichas, la primera si se hace una evaluación proporcional. Una de cada tres de las actividades que se practican en sus recintos deportivos tiene que ver con el deporte de la canasta, circunstancia que no pasó desapercibida para la Federación Catalana de Baloncesto cuando decidió designarla capital catalana del baloncesto durante este año.

La implantación social del Casademont en la ciudad ha llevado al Ayuntamiento y a la Diputación a doblar su aportación económica al club. 50 millones de pesetas abonarán cada una de las dos entidades el curso que comienza en octubre. El compromiso de ambas instituciones con el Casademont se ha reforzado, además, al asumir ambas entidades la deuda histórica que lastra el club. 315 millones que el Casademont adeuda a Hacienda y que ahora cuentan con el aval del Ayuntamiento y la Diputación. 'Tener un equipo en la ACB otorga una imagen muy buena a la ciudad', argumenta Feliu. 'Además, es un reclamo para el turismo y un acicate para los deportistas más jóvenes'.

Un fenómeno similar sucede en Lleida con la ascensión del Caprabo esta campaña a la ACB. En una ciudad de mayor tradición futbolística, en tan sólo nueve años el baloncesto ha conseguido situarse en la élite nacional. La celeridad del ascenso cogió por sorpresa incluso a los más optimistas, de tal modo que el equipo se encontró en la ACB, pero sin un pabellón adecuado. El Ayuntamiento no lo dudó ni un segundo y se puso manos a la obra. El próximo octubre, cuando comience la Liga, el Caprabo tendrá un recinto con capacidad para 5.000 personas que habrá costado más de 1.000 millones de pesetas. De ellos, 200 han sido aportados por la Generalitat y el resto corresponden casi en su totalidad al Ayuntamiento. La entidad municipal también ha asumido, a partes iguales con la Diputación, los 450 millones de presupuesto que la ACB exige al equipo para estar en la máxima categoría.

'La respuesta social y de las instituciones ha sido magnífica', celebra el presidente del Caprabo, Ferran Vidal. Numerosas empresas de Lleida se han implicado en el proyecto. Y 3.000 ciudadanos han solicitado ya su abono. 'El deporte es el mejor y más rápido difusor de una ciudad', señala Vidal. 'Contribuiremos a que la ciudad se dé a conocer en todas partes. No queremos ser un equipo ascensor, que suba y baje constantemente de categoría. Queremos mantenernos', apostilla.

El Caprabo quiere evitar lo que le sucedió al equipo de fútbol, que mientras el baloncesto ingresaba en la élite nacional, perdía la categoría y descendía a Segunda B. Pese a todo, el Ayuntamiento no ha dudado en gastarse unos 800 millones de pesetas en remodelar un Camp d'Esports que estaba bastante deteriorado. La entidad municipal contribuye además con 60 millones al presupuesto del Lleida para esta campaña.

Algo más aporta el Ayuntamiento de Tarragona, que este año engrosa con 100 millones de pesetas el presupuesto del Nàstic. La entidad municipal ha asumido, además, la reestructuración del Nou Estadi, que ha ascendido a unos 400 millones de pesetas, tras descartar construir un nuevo estadio municipal, al menos hasta que el equipo se consolide en la categoría. El presidente del club tarraconense no descarta un futuro concurso de la Diputación de Tarragona, 'una entidad históricamente desinteresada por el deporte'. Club y Diputación están en negociaciones para cerrar algún tipo de acuerdo.

Pese al mal comienzo liguero, el ascenso de categoría ha cautivado de tal modo a la ciudad que el Nàstic ha pasado de los 1.100 socios de la pasada campaña a 5.500. 'Somos el tercer equipo de Cataluña', proclama Andreu. 'A partir de ahora, la ciudad se identificará perfectamente en el mapa', añade.

Es una historia común. Si el Barça situó el nombre de Barcelona en el mapa europeo y los Juegos Olímpicos del 92 lo hicieron a escala mundial, las otras tres capitales catalanas engrandecen su nombre a través del deporte. Fútbol y baloncesto exportan una imagen que atrae al turismo nacional e implica a la ciudadanía local. En una suerte de matrimonio de conveniencia, los clubes sanean su economía, mientras las entidades municipales encuentran su mejor vía de promoción en el exterior.

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