Obispos al paro

En un corto espacio de tiempo, la actualidad nos presenta varios casos de conflictos entre la Iglesia y el Estado. En Francia, un obispo es condenado por encubrir a un cura pedófilo bajo el secreto de confesión. Y en España, varias profesoras de religión, expulsadas de la docencia por estar casadas por lo civil con un divorciado, o por conductas que corresponden a la vida privada, que en nada interfieren en el contenido de su asignatura y en el oficio de impartir sus clases.

El caso francés se ha resuelto aplicando las leyes de la República, dejando a un lado el anacronismo de la Iglesia.

En España, que en lo tocante a la Iglesia, ya lo dijo don Quijote, 'con la Iglesia hemos topado', el PP y los obispos nos quieren imponer la alianza-trono-altar de antaño. La visita de Aznar al monasterio de Silos cada verano nos cuesta muy cara a los españoles.

Para la derecha y los eclesiásticos, los pactos al pie de la letra son más importantes que la Constitución, que a ambas instituciones les viene grande. La Iglesia se rasga hipócritamente las vestiduras ante hechos que en un país laico deberían estar ya superados.

El Estado paga a las profesoras de religión para impartir un contenido, no para ejercer un apostolado, ni mucho menos proselitismo de ninguna religión. Los obispos confunden la clase de religión con una catequesis. Los padres que optan por que sus hijos estudien religión para no practicarla, como la inmensa mayoría, sólo desean que los escolares conozcan la religión que ha influido decisivamente en la sociedad donde nos desenvolvemos.

No obstante, aquellos que desean que sus hijos, además, practiquen, entonces van a la catequesis.

El currículum de la religión es como otra asignatura, aunque se le dé un tratamiento diferente en las evaluaciones. Los obispos deben aceptar que una clase de religión no es el púlpito, ni una cátedra de teología en una universidad pontificia.

La esperanza está en las iniciativas como las del Gobierno andaluz, que respalda las demandas de la profesora almeriense. Y del presidente madrileño Gallardón, que ha formulado unas declaraciones valientes claras, tajantes y de ruptura con las recalcitrantes posturas de la derecha, a favor de corregir estos graves errores.

Señores obispos: si tuvieran que predicar la doctrina de Cristo cuando su conducta se ajustara al cristianismo, pocas veces ocuparían la sede episcopal. Y nadie les arroja al paro.