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Un producto idóneo para la inversión de las grandes fortunas

Las Sociedades de Inversión Mobiliaria de Capital Variable (Simcav) han proliferado en España por la flexibilidad que ofrecen en sus inversiones y por el excelente tratamiento fiscal que reciben frente a la inversión directa en esos activos financieros.

En España la cifra de Simcav se acerca ya a las 2.000 y mueven un patrimonio próximo a los 2,5 billones de pesetas. Estas sociedades tienen por actividad el comprar y vender valores mobiliarios (bonos, acciones, futuros, opciones) y son el producto por excelencia de las grandes fortunas. Precisan de un capital mínimo de 400 millones de pesetas y deben contar con al menos 100 socios (es habitual servirse de testaferros).

Como sociedades, cuentan con un tratamiento fiscal muy favorable ya que las ganancias anuales tributan al tipo del 1%, frente al 35% que soportaría cualquier otro tipo de sociedad. Una fiscalidad que les iguala con los fondos de inversión. Para los accionistas de estas sociedades y, por tanto, inversores, otra ventaja es que sólo pagarán a Hacienda cuando vendan los títulos y mientras tanto esas ganancias son latentes y, por tanto, no pasan por el fisco.

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Si la inversión se mantiene por un periodo superior a un año, se paga el tipo fijo del 18% sobre las ganancias con independencia del resto de rentas del contribuyente. Un plazo que resulta fácil de cumplir para el inversor que deshaga sus posiciones. Ahora bien, ello no signfica que la propia sociedad no haya realizado numerosas operaciones de compraventa a corto plazo de bonos o acciones que sólo soportan, como sociedad, una fiscalidad del 1% antes mencionado. Si, por ejemplo, una persona estuviera comprando y vendiendo en bolsa a plazo inferior a un año, esa ganancia iría a su tipo marginal en el Impuesto sobre la Renta, por lo que la Simcav es perfecta.

Un buen tratamiento fiscal que también beneficia a la Iglesia que en estos menesteres de la inversión financiera no cuenta con ventajas fiscales.

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