Las elecciones noruegas de hoy auguran un fuerte retroceso laborista
Los noruegos acuden hoy a las urnas para elegir a los miembros del Parlamento del que saldrá el Gobierno del país para los próximos cuatro años. La paridad en la intención de voto entre los partidos ubicados a ambos lados del espectro político hace que ni expertos ni institutos de encuestas puedan señalar con mediana certeza al partido con suficiente respaldo parlamentario como para encabezar el futuro Gobierno. Pero todos dan por seguro que se producirá un significativo retroceso del Partido Laborista, socialdemócrata, que lidera el actual primer ministro Jens Stoltenberg, que, de acuerdo con sucesivos sondeos, pasaría de un 35% en las elecciones de 1997 a un 26%. La confirmación de este pronóstico, que sería el peor de la historia del partido, no significa la eliminación a priori de la posibilidad de que se le encomiende la formación del nuevo Gobierno.
Esta fuerte caída laborista se atribuye, entre otras causas, a la política social llevada por el partido en los últimos años, que ha afectado a dos vacas sagradas de los noruegos: la salud y la escuela. Miles de noruegos deben aguardar meses en la lista de los hospitales para ser sometidos a una operación y la política de contención de gastos ha repercutido en una baja del nivel de la atención sanitaria Una política similar en el terreno de la docencia se ha traducido en un deterioro general de la calidad de la enseñanza.
Esta situación en un país donde el fluir incesante del petróleo y el gas desde el mar del Norte ha situado a Noruega entre los países más ricos del mundo resulta inaceptable para una población que paga una de las tasas impositivas más altas del mundo.
Los electores, desilusionados con esta política, han dividido sus preferencias entre el Partido de Derecha (Höyre, conservador) y el Socialista de Izquierda, que en las elecciones de 1997 obtuvo el 6,9% y que ahora duplicará al menos ese porcentaje.
