Pícaros australes
De las dos estrategias básicas que cualquier cine nacional pone en marcha en tiempos de crisis, el apostar por valores seguros, aunque caros, y el abrir la industria a recién llegados, el caso de Argentina ilustra a la perfección, en estos años de tenaz crisis económica, la segunda opción. Así, el constante debú de nuevos realizadores se realiza allí desde presupuestos respetuosos con la tradición (casos vistos aquí recientemente: Pizza, birra, faso o Mundo grúa), pero también en otros que se permiten una mirada nueva sobre géneros conocidos, desde la ciencia-ficción hasta la revisitación del spaghetti-western, o el cine criminal. Es el caso que nos ocupa, este Nueve reinas con el que Fabián Bielinsky debuta en la dirección.
NUEVE REINAS
Director: Fabián Bielinsky. Intérpretes: Ricardo Darín, Gastón Paüls, Leticia Brédice, Tomás Fonzi, Elsa Berenguer, Celia Juárez. Género: criminal, Argentina, 2000. Duración: 114 minutos.
Es Nueve reinas un auténtico torrente, un imparable mecanismo de avance que abre, en abanicos constantes, siempre más de una posibilidad de desarrollo narrativo. Que deja literalmente clavado en la butaca a su espectador, que deberá permanecer con el ojo atento a las evoluciones de los dos protagonistas, una conseguida, magnífica pareja de pícaros australes a quienes, en dos registros opuestos, dan extraordinaria consistencia dos actores en vena, el más histrión, Ricardo Darín, pero también el más contenido, Gastón Paüls.
En las arteras tretas de estos dos estafadores se avizoran guiños al cine de David Mamet o de Brian Singer, por poner dos ejemplos recientes. Pero también se aprecia un amor por el cine clásico que recorre toda la ficción por debajo, sin renunciar, además, a un aire local, a ese extraordinario registro realista que, desde la interpretación hasta los diálogos o la captación de la vida cotidiana en la exprimida ciudad de Buenos Aires, constituyen tradiciones mayores del cine argentino.
Película golosa de ver, medida hasta en sus más sutiles detalles, Nueve reinas logra concretar una apuesta difícil: interesar por igual al espectador que va al cine a pasar un buen rato y a quien pretende ver tras las imágenes el constante goteo de la realidad: una decidida recomendación para ambos.
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