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Columna
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Coleccionables

Vuelven los veraneantes. Vuelve la Liga. Vuelven los cursos de inglés y los coleccionables por fascículos. Vuelven los libros de texto. Vuelve el otoño. No podemos hacer nada por evitarlo. Lo único, comprar la primera entrega de cualquier despropósito. Y empezar la colección. En sus manos tiene usted una especie de coleccionable. En fin, son noticias, pero las puede usted coleccionar si le da la gana. De todas las idioteces que puede usted coleccionar, la actualidad es la más seria. Déjese de soperas en miniatura o de razas de perros. Sabemos que de todas las épocas del año para coleccionar, el otoño es la ideal. Pero primero ha de decidir usted qué tipo de noticias desea para su colección. Durante el verano ha habido noticias por entregas, auténticas miniseries, y los culebrones seguirán. Porque eso es, al fin y al cabo, un diario: un culebrón por entregas. Algunas noticias son como tenias que se alargan en los intestinos de la historia. Algunas noticias duran toda una vida.

Una teoría para explicar los coleccionables de otoño es que con ellos se quiere escapar de la monotonía en folletín. Después de las vacaciones, se ha de empezar algo. Tal vez sea el mal tiempo el que nos induzca a comenzar una colección. Se vuelve a la rutina, se reanuda el trabajo, y uno hasta es capaz de proponerse dejar de fumar, llevar una vida más ordenada, salir menos a la calle como corresponde al invierno y ahorrar el dinerito para la colección de aviones de guerra o de muñecas de porcelana china. Hay otros que coleccionan partidos de Liga y están encantados de la vida. De igual forma, los que nos hemos decidido a coleccionar artículos de opinión, podemos acumular majaderías suficientes como para estar entretenidos durante todo el otoño y parte del invierno. El diario es una inagotable fuente de sucesos que se enganchan entre sí, pero la colección no tiene final. Puede alargarse durante miles de años hasta que se extinga mi capacidad de crítica, si es que ésta no lo ha hecho ya.

Vuelven los uniformes. Vuelven los abrigos y los impermeables. Vuelve el viento y los charcos en las aceras. Vuelve la lluvia. La lluvia es ideal para iniciar una colección. La colección de los atentados. El culebrón del Oriente Próximo, con su rosario de muertes. Y la vida de un niño sin ojos que empieza de nuevo. Y otra vez la Liga. No me extraña que algunos coleccionen noticias rosas. La vida es mucho más agradable cuando se está pendiente de la crónica rosa. Todo es más frívolo e inocuo en el mundo del corazón. Por la televisión dan imágenes de la boda de Mette-Marit continuamente. Eva Sannum luce un bello vestido azul. Habrá quien sueñe con las estrellas mirando estas imágenes. Habrá quien le dedique poemas a Eva y al príncipe con mentalidad de niño ilusionado. La imaginación de la plebe se nutre de los sueños reales. De algo hay que ocuparse en esta vida que no me parece nada emocionante. El cuento de la plebeya que puede llegar a reina es lo último de la crónica rosa. Así que, de confirmarse la relación, dentro de poco la gente coleccionará platos con las efigies de los monarcas.

El arte de la colección se convierte así en una prolongación de la vida, en una pausada recolecta que dura toda una existencia y que se dirige a los objetos más extraños. Los hay que coleccionan cajas de cerillas, y acaban teniendo miles de ellas. También los hay que coleccionan ilusiones, por cursi que parezca. Y hasta deseos. Pero también hay quien colecciona odios y rencores, y hasta venganzas. E incluso pelos del pubis de sus amantes. El arte del coleccionismo llega aquí a todo su refinamiento. Se puede coleccionar lo que sea. Lo importante es empezar en otoño.

Mientras tanto, al otro lado de la realidad, la rutina de la que me ocupo en mis últimos artículos me llena de vergüenza. No soy capaz de mirar la vida con ojos nuevos, sino con pesimismo y aburrimiento, con la monótona costumbre, con la rutina de un coleccionista de soperas en miniatura. Me disculpo así de no poder ofrecer una interpretación de la realidad mínimamente original, ni siquiera de hacer chistes como otros. Simplemente he visto el otoño anunciarse por televisión, en forma de coleccionable, y ha sido como si viera caer la primera hoja, y una ráfaga de viento me ha refrescado la cara en este día demasiado caluroso.

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