_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Absurdo

Los puentes de Santiago Calatrava me producen la impresión de querer expulsar a los viandantes. Están hechos para el automóvil y, por favor, corran los visillos, que ya es bastante cruz soportar vehículos con carga de carne y hueso. Alados, gráciles, (¡?), disparados hacia el tiempo y el espacio, hacia la infinita frialdad.

He estado en algunos grandes hoteles antiguos en los que una ocasional cucaracha transitando por la tapicería o por el suelo, no desentonaba. Fue en Nueva York. Yo mataba una espera tomando algo en la barra de uno de esos hoteles y a mi lado se sentó un señor viejo, alto y elegante que resultó ser Cary Grant. Le sirvieron no sé qué y poco después se oyó un zambullido: una cucaracha desprendida del alto techo se agitaba aturdida en el aperitivo del actor. Le sirvieron otra copa y no hubo aspavientos. Una cucaracha deambulando por un espacio a lo Calatrava sería una intolerable intromisión de la biodiversidad.

'A este paso, en Barcelona no se podrá comer callos', dice el colectivo catalán de arquitectos Pilar Prim. Ni en Barcelona ni en ciudad alguna, apostillo. Tabernas adorables en cálidos rincones urbanos, adiós. El hoy es gente que corre entre el estrépito, funcionalismo que ni siquiera funciona, insipidez, humos, ruidos, fealdad y espectacularidad.

Nos han birlado la ciudad antes de hora. Tanta artificiosidad, tanta geometría que nos deja inertes. Si las pidiera un clamor. Pero es oferta que precede a la demanda; a muy poca gente le agradaría vivir en el entorno de un filme futurista. Eso es lo que fastidia de veras.

La Brasilia que vemos en documentales es un horror sólo apto para arquitectos que sueñan a nuestra costa. El arte al servicio de la ingeniería, no a la inversa. Sin nuestro asentimiento. Una arquitectura para la que somos fósiles.

Al futuro por el racionalismo más hortera. Es el trayecto.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_