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Columna
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La sanidad, en cenizas

Lo peor que podía sucederles a nuestros políticos es irse de vacaciones, para bañarse en las mayorías absolutas, y regresar en medio de las más absolutas adversidades: el fuego ha abrasado la tira de hectáreas: pinos, carrascas, cabras hispánicas, un subsecretario de la Agencia Valenciana de la Salud y otro consejero de Sanidad. Se ve que a los consejeros de la Sanidad autonómica ya los hacen, en su origen, de buena leña, para que se quemen cuando toque, aunque no tengan ninguna otra utilidad. Si la arboleda y el monte bajo se consumen por los abruptos parajes de Xert, los altos cargos de la Consejería del ramo se inmolan en los dializadores Althane A-18, que más que una perdición, es un vicio extranjerizante. Pero que hayan muerto seis pacientes, en la unidad de hemodiálisis del centro hospitalario Virgen del Consuelo de Valencia, en nueve días, sin que hasta entonces se encendieran las luces de alarma, ya parece una burla o un insulto, no sólo a los enfermos renales y a sus familias, sino a toda la sociedad.

También es cierto que para que encendieran la luz de Marciano Gómez mejor hubiera sido sofocarla con la manga de riego a toda presión. Marciano Gómez, que es un clamoroso defensor de la privatización sanitaria, como no sabía de qué iba, le pegó a la retórica y se difuminó en el binomio causa/efecto, sin decir ni más ni menos que sería un 'acto de irresponsabilidad intentar buscar una relación, entre los fallecimientos de los días 21, 22 y 27 y los tres registrados el 29'. Justamente, lo contrario del argumento que 'el irresponsable' Serafín Castellano está esgrimiendo: los fallecimientos de Valencia, Madrid y Barcelona pueden ser efecto de una misma causa: un lote de filtros defectuosos de la multinacional Baxter, ahora bajo investigación. Ahora. Pero esa estrategia de echar balones fuera, no disculpa la descarada ausencia de mecanismos de control, que garanticen la seguridad hospitalaria. Y en eso, también el gobierno valenciano del PP arrastra un déficit de espanto. En pocos años, hemos asistido a la infección de la hepatitis C, originada presuntamente por una pifia del anestesista Juan Maeso; al brote de legionela de Alcoy, que afectó a centenar y medio de personas, y a otros posteriores, que se saldaron con seis víctimas mortales, sin que la Consejería de Sanidad ofreciera más que unas muy confusas y poco fiables explicaciones; y, por último, lo incalificable de la unidad de hemodiálisis de la Clínica Virgen del Consuelo, concertada en 1994, con los socialistas al frente de la Generalitat, y los intereses de quien fuera portavoz popular en las Cortes, Manuel Giner Miralles. Y que no apelen los del PP a su cicatera y pedestre argucia de justificar lo peor con lo malo.

A estas alturas, ya no se sabe si lo oportuno será desmantelar solo al consejero o a toda la Consejería de Sanidad, y no por supuesta, sino por bien probada ineficacia. La indignación está en la calle, en los familiares de las víctimas, en los juzgados, en los sindicatos, en las asociaciones de enfermos del riñón y en los partidos de la oposición. Angela Llinares, diputada de EU, ha solicitado, por vía de urgencia, la comparecencia de Serafín Castellano, en las Cortes. Y Alfredo Botella, secretario general del PCPV, ha sido contundente en su condena: Que inviertan en la sanidad pública y se dejen de chalaneos.

¿Y qué pensará el presidente Zaplana de este dramático asunto?, ¿ Que es otro rumor de verano, como lo de Gescartera?. Por cierto, ha dejado a Aznar como un títere. ¿Se imaginan al primer Consejo de Ministros del nuevo curso político debatiendo un rumor de playa? Pues, algo así. Zaplana, eufórico y euforizante, ha dicho en bronce: 'No se pueden tener tantos éxitos, tan históricos y de tanta trascendencia, en tan poco tiempo', estrofa que parece copiada o inspirada en una de aquellas cartillas escolares del franquismo. Y si alguien le pone música, habría que oírla en la voz melódica de Jaime Morey.

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