Estado de incertidumbre

En su último libro, Profundidad de campo, Jenaro Talens ahonda en la vertiente entre existencial y sensorial que domina en sus poemarios más recientes. Y, sobre todo, una indagación en el yo, el poeta frente a sí mismo.

Los últimos poemarios de Jenaro Talens (Tarifa, 1946) muestran no sólo la lenta y firme evolución de una obra que se curtió, en los años sesenta y setenta, en el experimentalismo y en la metapoética, hacia una poesía más esencial, hacia un lenguaje más despojado. Muestran, también, un ahondamiento reflexivo en la realidad circundante, en la memoria, en lo sensorial, en ese límite, que suele perturbar al poeta ya maduro, que establecen muerte y existencia ('reconocer el vértigo, la duración y el reino de la muerte'). Profundidad de campo es todo eso y es, ante todo, una indagación en la raíz del yo, en una intimidad radical, desprovista de máscaras y afeites, a través del complejo instrumento de la poesía: 'La que ahora me ayuda a despojarme / de toda máscara que no sea piel'. El poeta frente a sí mismo, tanteando una realidad que sólo en apariencia es exterior: el mar, los paisajes, el sueño, la evocación de un pasado sin escepticismo ( 'a mí también me interesaba el mundo'), la luz, una luz omnipresente y llena de matices, tan compleja que contiene también su reverso, la oscuridad, la sombra (la luz de Talens en este libro es, entre otros calificativos de parecida entidad, 'exangüe', 'no complaciente', 'demasiado grande', 'fría', 'poniente', 'invisible', 'cansina') y que juega un papel esencial en la descripción de los estados de ánimo del sujeto poético.

El poeta de Tarifa ha escrito

un libro sin fisuras, de compleja densidad significativa, construido con un lenguaje preciso y, a la vez, lleno de sensualidad, con un impecable dominio del verso (libre las más de las veces, de la familia endecasilábica otras, pero siempre dotado de una lograda música interior) y, en la cuarta parte sobre todo, de la prosa poética. Talens da una vuelta de tuerca a las claves que sustentaban su libro anterior, Viaje al fin del invierno (1997) y consolida un territorio poético en el que todo cabe. No por casualidad el libro está dividido en siete breves capítulos alusivos a las distintas obsesiones de un sujeto poético, aunque existencialmente conmocionado, no ajeno a la serenidad y el equilibrio: el origen del amor y, más allá, del poema; la recapitulación en torno a las actitudes del pasado; el valor de la amistad, a veces amputada por la muerte; la resistencia frente al paso del tiempo; el diálogo con la cultura, con el pensamiento y con la lectura de la obra ajena; la contemplación en estado puro; la pérdida, la amenaza de la muerte. Tales son las estaciones que recorre, en sus siete capítulos, el libro. No hay prevalencia de unas respecto a otras. Todas aparecen en el mismo plano (y con parecida profundidad). Son parte de un mosaico a cuyo través Jenaro Talens quiere transferirnos un estado de incertidumbre. Con poesía. Con intensa poesía existencial.