La revolución desolada
El escritor cubano Alejo Carpentier publicaba en 1962 El siglo de las luces, una novela perseguida por el régimen castrista en la que se narra la peripecia de Víctor Hughes, un comerciante antillano que lleva a la isla de Guadalupe las ideas de la Revolución Francesa. Con él viaja la declaración de los derechos humanos y una guillotina.
EL SIGLO DE LAS LUCES
Alejo Carpentier Seix Barral. Barcelona, 2001 415 páginas. 2.900 pesetas
La publicación en 1962 de El siglo de las luces supuso la consagración del escritor cubano Alejo Carpentier (La Habana, 1904-París, 1980) como uno de los grandes novelistas latinoamericanos del siglo XX. Es verdad que una década antes su autor había publicado Los pasos perdidos, otra joya literaria que no pocos estudiosos no dudan en calificarla como su obra maestra. En esta materia, el tiempo impondrá su veredicto más ajustado, pero no somos pocos, a su vez, los que defendemos El siglo de las luces como su gran novela. Sea como fuere, cinco años después de su publicación, su autor era destituido de su cargo de director de la Editorial Nacional de Cuba. Los censores de Fidel Castro se tomaron su tiempo para descubrir o fantasear los gérmenes de un discurso antirrevolucionario en la novela de Carpentier, pero probablemente hubiera algo de fundado en su rabieta o cola de paja: El siglo de las luces es una novela sobre la Revolución Francesa en la misma medida en que lo es sobre todas las revoluciones sociales y políticas de la historia, incluida la Revolución cubana. Sobre esta cuestión, sobre las recurrencias infames de la historia, Carpentier tiene su teoría, defendida desde sus relatos cortos hasta en La consagración de la primavera, una teoría que funde la lucidez del pesimismo con la obligación moral de la esperanza.
El lector español tendrá la oportunidad de volver a leer El siglo de las luces, ahora editada íntegramente. Verá desplegada en sus páginas una de las máximas de su autor: 'Situar al hombre en su pasado puede ser también situarlo en su presente'. Pero eso no indica la voluntad de escribir una novela histórica. Otra cosa es su carga de verdad histórica, su halo de desilusión colectiva y sus documentados (empezando por Víctor Hughes, uno de sus protagonistas) personajes y acontecimientos. El siglo de las luces es en esencia el relato de una revolución transplantada, y el relato de esa operación llevada a sus cotas más altas de obediencia ciega, intolerancia y genocidio. En su lectura más evidente, Alejo Carpentier urde el itinerario ideológico y moral de la Revolución Francesa en tierras caribeñas. Ahora bien, a la par de su argumento desolador, del dibujo de Esteban y Sofía, esos seres inolvidables que el narrador cubano convoca a la postre en las heroicas horas del 2 de mayo de 1808, El siglo de las luces es uno de los ejemplos más logrados de inventiva verbal. Su barroquismo inunda todas las esferas de la novela: desde la descripción de la zozobra de una ciudad sitiada hasta la flora y orografía de suelos edénicos, desde la horrorosa guillotina hasta los fusilamientos de la Moncloa. No estamos hablando de autocomplacencia estilística ni agotamientos de diccionarios. Estamos hablando de cómo Alejo Carpentier aunó el sentido capital de lo que se narra con la naturaleza sensual que adquieren determinadas organizaciones lingüísticas. Sigo pensando que pocas novelas explican mejor que ésta lo peor de la Revolución Francesa. Y, además, pocas representan más exactamente la puntual repetición de la barbarie humana.
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