'Soy una cantaora frustrada'
Es una de esas bailaoras que se ven sólo una vez y se clavan en la memoria. Su baile es profundo y concentrado, de una belleza extraña y compleja, mezcla de dulzura y garra. Eva Yerbabuena (antes Eva La Yerbabuena; Granada, 1970) nunca deja indiferente al espectador. Puede ser exquisita o corralera, sutil u oscura, festera o delicada. Quizá su secreto es que siempre baila desde una emoción íntima que nace del silencio. Yerbabuena baila para dentro, siempre alerta a los cantaores y los guitarristas, cosa que no es tan habitual como debería. 'El cante es la madre del flamenco', explica. 'Y yo soy una cantaora frustrada. El baile no sólo eres tú, es un conjunto de cosas. Los guitarristas son importantísimos, casi tanto como los cantaores. Sin ellos no eres nadie'.
'Es un privilegio vivir de lo que a uno le gusta; mucha gente se tiene que ir fuera a trabajar'
A partir de mañana, y hasta el 23 de septiembre, Yerbabuena se encierra en el Teatro Madrid para ofrecer el espectáculo 5 mujeres 5, que fue el gran éxito de la Bienal de Sevi-lla el año pasado: ganó los premios al mejor montaje y a la mejor intérprete de danza.P. ¿Qué es 5 mujeres 5?
R. Es flamenco con hilo argumental. Cuenta el recorrido evolutivo y sentimental de una mujer a través de cinco emociones o estados de ánimo: el amor a la vida, la ambición, la soledad, la locura y un último más abierto, que cada uno puede decidir qué es, aunque a mí me parece que es la madurez.
P. ¿Se siente ya madura?
R. Buf. Cuesta mucho encontrarse con una misma, sentarse y decir 'a ver, quién eres', mirarte al espejo pero mirarte con honradez. A veces creo que estoy empezando, otras me pregunto cuánto me queda para empezar... Esto es un mundo, y ser artista depende mucho de cómo estés de ánimo. Es una lidia con la vida, contigo misma y con lo que te rodea. Mi abuelo, con 76 años, decía 'tengo 20'. Cumplíamos el mismo día y siempre soplaba mis velas. Cuando encuentras la madurez no sabes qué prefieres, echas de menos la inocencia. Me doy cuenta viendo a mi hija Manuela. No tiene ningún reparo, hace cualquier comentario. Cuando creces, todo te da miedo. Por eso me gustan mucho los ancianos, porque recuperan eso, ven la vida de una forma más valiente y más inocente.
P. ¿Cómo empezó a bailar?
R. Fue curioso. Tenía 11 años y de pronto me dije: 'Me siento escogida para el arte'. Luego pensé: 'Qué barbaridad he dicho'. Pero ahora, cuando pienso por qué bailo, me digo: 'El arte te ha escogido'. En mi familia nadie cantaba ni bailaba, aunque mi abuelo era un fanático del flamenco. Y un día que mi padre me llevó al Festival de los Hijares me topé de cara con el flamenco. Viendo a Manuela Carrasco. Estuvimos con ella en el camerino, y era muy tímida, como yo. Cuando la ví en el escenario, maquillada y bailando, sentí que era como un niño en carnaval, que tenía esa naturalidad para comunicar desde otra personalidad. Y me atrapó. Me atrapó ese escudo.
P. Pero luego había que estudiar.
R. Mi tía siempre les decía a mis padres que yo tenía algo, que me llevaran a una academia... Cuando se murió, mi madre decidió llevarme. Tuvieron que hacer un gran esfuerzo económico, y cuando había barra me encontraban sentada y se enfadaban mucho. Pero no me gustaba nada. Me gustaba el flamenco. Estudié mucho, y luego hice lo que decía Paco Toronjo, coger mundología. Obervar, compartir, conocer. Soy muy observadora, y eso me ha ayudado mucho.
P. ¿Le ha cambiado como artista la maternidad?
R. Por supuesto. Si es verdad que el flamenco son vivencias, te cambia por narices. Te cambia como persona, no piensas igual ni sientes lo mismo. Ya no quieres nada para tí, todo lo quieres para tu hijo. Y como artista tienes un motivo para bailar, para comunicarte con la gente. Bailar por bailar no es bueno.
P. Supongo que no se puede bailar bien 200 días al año...
R. Buf. Muchas veces bailas tres y no te gustas ninguno... Lo primero es que tienes que tener fortaleza física. Pero lo que hace falta es no caer nunca en la monotonía, tener gente en la compañía que te conoce y te quiere y cada día te cambia la letra y te motiva... Cada vez me gusta menos eso de ser la figura, la jefa. Para que tu don salga necesitas a los otros. Sin ellos no eres nadie. Cuando vas al teatro a ver bailar y sales diciendo 'qué bien ha cantao fulano' es que algo falla. Aunque al teatro hay que ir con ojos positivos, porque hasta de lo malo se aprende mucho: 'Eso yo no quiero hacerlo'.
P. Viene un mes a Madrid con su propia compañía, de casi 40 personas. ¿Es un privilegio?R. Claro que lo es. Mucha gente se tiene que ir fuera a trabajar porque aquí no puede. Ya es un privilegio vivir de lo que a uno le gusta. Yo nunca me quejo. Cada día me acuesto y me levanto dando gracias por tener lo que tengo.
P. ¿Se ve bailando toda la vida?
R. No lo sé. Si se puede cambiar en cuatro horas imagínate en unos años. Sé que soy muy inquieta, y que me gusta mucho la enseñanza. No sé cómo, pero quiero que todo lo que he aprendido, lo que he vivido, lo que nadie me ha enseñado, sirva de algo. Si no lo compartes con la gente que viene, ¿para qué tanto empeño en descubrir cosas? No me gusta pensar que cuando uno se va no queda nada. Mucha gente del flamenco se guarda las cosas como si fueran un secreto, una pócima sagrada. Yo creo que son justo esos secretos de tu inspiración los que hay que contar. Para que el flamenco esté ahí, donde queremos, hay que potenciarlo mejor.
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