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Entrevista:DANIEL GIRALT-MIRACLE | Comisario del Año Gaudí | LA ENTREVISTA DEL VERANO

'Tenemos que sacar a Gaudí de la postal'

Crítico de arte, autor de numerosos estudios y monografías sobre artistas catalanes, como director de la Fundación Caixa de Catalunya, cuya sede central se halla en la Casa Milà -la popular Pedrera- del paseo de Gràcia, Daniel Giral-Miracle impulsó la creación, en el desván de ese edificio, del Espai Gaudí, donde se muestran las técnicas constructivas del maestro. 'El Año Gaudí debe servir para estudiar todas estas cuestiones que han quedado en cierto modo ocultas bajo su compleja personalidad'. Opina que abundar en los aspectos científicos para nada contradice la divulgación de su obra. 'Le aseguro que se puede hacer pedagogía sencilla sobre la hipérbole paraboloide, una forma que él utilizó muy a menudo', manifiesta convencido. Hasta tal punto cree en la modernidad de Gaudí, que en un momento de la conversación exclama: '¡Sólo le faltó el ordenador!'.

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Barcelona está en puertas de sufrir una avalancha gaudiniana sin precedentes conocidos. A partir de la primavera que viene echa a andar el Año Gaudí con motivo del 150º aniversario del nacimiento del arquitecto: exposiciones, simposios, jornadas de especialistas, acondicionamiento de la veintena de obras suyas diseminadas entre el Llobregat y el Besós (sin olvidar las de fuera de Cataluña, en Comillas, Astorga, León y Palma de Mallorca). El responsable de tamaño exceso es Daniel Giralt-Miracle (Barcelona, 1944), crítico de arte, ahora comisario de toda esta movida del 2002.

Pregunta. Gaudí es un exceso. ¿Puede usted con él?

Respuesta. Lo intento. Es una personalidad proteica excepcional entre el neorromanticismo gótico y barroco, por un lado, y la revolución industrial y las vanguardias artísticas, por otro. Manteniéndose dentro de la tradición, es capaz de romper con ella. Es un vanguardista que, no obstante, vive muy aislado.

P. Demasiadas cosas para una digestión razonable.

R. Sí. De hecho, el noucentisme, liderado por Eugeni d'Ors, empieza a denostarlo muy pronto, a considerarlo una muestra de mal gusto. Y es gente como Dalí, que lo descubre en la revista Minotaure; Le Corbussier; Sert, y los arquitectos racionalistas del GATPAC, que en teoría tan poco tienen que ver con él, quienes lo revalorizan. Y Miró también realiza una serie de grabados sobre su obra.

P. Ya. Pero la herencia también se la disputa el catolicismo más conservador. Ahora mismo, ese proceso de beatificación en marcha de Gaudí, ¿no distorsiona para analizar su legado?

R. A ver. Que era una persona religiosísima, un asceta, es evidente y eso también configura su personalidad. Pero vive dividido entre el tradicionalismo de Pío IX y la modernidad social que representa León XIII. En todos los sectores en que analices a Gaudí siempre encuentras un debate abierto, una crisis... Está claro que hay sectores a los que les resulta útil mantener una visión sólo tradicional y conservadora del arquitecto, pero su figura concentra muchas otras dimensiones que el Año Gaudí pretende desvelar.

P. Antes de que entremos en eso, hay otro factor en cierta medida distorsionador, que es el turismo, las riadas humanas sedientas de su obra.

R. Eso ocurre de forma mucho más acentuada a partir de 1992. Y hay que agradecer al turismo que nos ayudara a valorar lo que teníamos en casa. Pero debemos sacar a Gaudí de la postal. De mirar a Gaudí, con toda la fascinación que provoca, debemos pasar a ver realmente a Gaudí, es decir a conocerlo y entenderlo. Y ése es el gran objetivo del Año Gaudí.

P. Vale, hablemos de ese año.

R. Pues eso, se trata de desmitificar a Gaudí y colocarlo en el debate intelectual del siglo XXI. Es un romántico y al mismo tiempo un pragmático. Hijo de un calderero de Riudoms, se cría en la cultura de la tierra, la artesanía, la disciplina en el trabajo. Con pragmatismo y una gran inteligencia aplica todo eso a sus creaciones, experimentando y adecuando las soluciones a la función. Pero a la vez es un hombre aislado, con un sentido de la verdad incontestable, que se pelea a menudo con sus clientes -los Güell, Batlló, Milà, Calvet y las jerarquía eclesiástica- para defender su obra. Pero este trascendentalismo, insisto, es sólo un aspecto.

P. Sin duda, pero es también el aspecto más vistoso. Es poco frecuente en el siglo XX encontrar a alguien que construye una catedral a sabiendas de que no la acabará él, sino las generaciones posteriores, como ocurría con las catedrales góticas. ¿Cómo hay que gestionar este exceso? ¿Cree que, polémicas al margen, hay que acabar la Sagrada Familia?

R. Creo que sí, entre otras cosas porque ya falta poco. La Sagrada Familia es el gran tótem identitario de la ciudad, como pueden serlo Piccadilly Circus, la Torre Eiffel, el Capitolio o el Coliseo. Gaudí fue muy consciente de que construía un gran icono publicitario, y en ese sentido no podía hacer otra cosa más que una catedral, por su denso contenido simbólico. Igualmente supo que este edificio debía crecer en verticalidad para actuar como foco en esa parte de la ciudad. Él se opone al racionalismo de Cerdà, piensa en un urbanismo radial, en estrella, en la que era, entonces como ahora, la parte nueva de la ciudad. El Fòrum de las Culturas del 2004 tendrá lugar en la continuación de la Diagonal. Pues bien, a modo de puerta de toda esa zona se coloca ni más ni menos que la Sagrada Familia, la obra cumbre de Gaudí.

P. ¿Por qué 'cumbre'? Yo me quedo con la cripta de la Colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló.

R. Ahí está ya todo, tiene razón, pero es en la Sagrada Familia donde los conocimientos de Gaudí de geometría, mecánica y materiales constructivos alcanzan el máximo nivel. La evolución de Gaudí puede estratificarse con mucha precisión en el templo. A medida que el edificio gana altura se hace más interesante. Si abajo es todavía una catedral neogótica, conforme sube se simplifica hasta llegar a los pináculos precubistas.

P. No ha de extrañar que una acumulación tan apabullante de ideas y realidades genere polémica.

R. Así es. La sociedad catalana podría estudiarse a partir de las relaciones que ha mantenido con la Sagrada Familia.

P. Relaciones de amor y odio. El seny [juicio] y la rauxa [osadía] de los catalanes.

R. Es que Gaudí es seny y rauxa a la vez, por eso resulta tan complejo. De hecho él no construye la caseta i l'hortet [la casita y el huertecito] o las torres [chalés] de veraneo novecentistas, sino una colonia textil como usted recordaba y allí planifica las casas de los trabajadores, el economato, la iglesia: eso es síntoma de una preocupación social evidente. En otro orden de cosas, se inventa el Parque Güell, una ciudad-jardín equipada con todos los servicios, y ahí se se anticipa al ecologismo. Y luego tenemos la Sagrada Familia con toda su carga mística...

Daniel Giralt-Miracle, en su estudio de Barcelona.
Daniel Giralt-Miracle, en su estudio de Barcelona.CARMEN SECANELLA

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