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El jefe de equipo por excelencia

Descubrí exactamente quién era Ken Tyrrell cuando, a finales de 1985, me desplacé a sus talleres en Gran Bretaña para probar uno de los dos Tyrrell que competían en el Campeonato del Mundo de fórmula 1. Fue una experiencia imborrable. Aquello no era una fábrica ni nada que se le pareciera. Trabajaban en chabolas, en medio de un aparente desorden, pero construían uno de los mejores coches que competía en la F-1.

Así era Tyrrell, un patrón de los clásicos, el jefe de equipo por excelencia. Un hombre al que lo único que le preocupaba era que su coche fuera el mejor, que corriera y fuera fiable. Lo demás era secundario. Ni le importaba la imagen ni, mucho menos, el dinero. No estaba allí para hacerse millonario, sino para ganar carreras. Lo llevaba en la sangre. Y era exactamente lo que llenaba su vida. Y lo consiguió.

Al igual que Bernie Ecclestone (Brab-ham), Colin Chapman (Lotus), Frank Williams (Williams) y Ron Dennis (McLaren, Tyrrell fue un pionero que basaba la estrategia de su equipo en su experiencia y en su ingenio personal. Todos ellos fueron ingenieros, directores, patrones y consejeros personales de sus pilotos. Ellos eran los inventores. Con su imaginación, Chapman ideó el efecto suelo y Tyrrell el coche de seis ruedas que después perfeccionaron los ingenieros.

Y, personalmente, Tyrrell rompía todos los moldes de lo que se suponía que debía ser un patrón. En 1985, cuando él había fabricado prácticamente a Jackie Stewart y ganado ya tres títulos con él como piloto y yo era todavía un principiante, me concedió un trato cariñoso y excelente. Me hizo sentir bien como piloto. No era el típico jefe de equipo que sólo respetaba a aquéllos que ganaban carreras. Ese aspecto de su personalidad le llevó a confíar en pilotos jóvenes y a descubrir muchos valores.

Sin embargo, la evolución de la F-1 fue demasiado rápida para él. Ya no era joven como Williams o Dennis y no parecía dispuesto a adaptarse a los nuevos métodos de trabajo, a las exigencias de los patrocinadores o a la dictadura de las marcas. Su aportación fue importante. Incluso ahora el equipo Tyrrell sigue siendo un referente histórico en la F-1 y un espejo para nuevas escuderías. Su muerte supone un duro golpe para este deporte. Pero los amantes de la F-1 siempre le recordaremos.

Adrián Campos fue piloto de F-1.

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