PIMIENTOS DE PADRÓN
Cuando el Ángel de la Gastronomía le anuncia al señor Patanegra que su siguiente objetivo es Padrón, éste pone cara de sorpresa.
-¿Y qué es Padrón? -pregunta-. ¿Una planta?
-Pues no, mi querido Patanegra, no se trata de ninguna planta, sino de un pueblo gallego.
-¿El de Fraga?
-No sigas por ahí, pequeño saltamontes, que como bien sabes nuestro objetivo no tiene nada que ver con la política, sino con descubrir los grandes placeres que proporciona España en lo que al beber y al comer se refiere. En Padrón vamos a comer los verdaderos pimientos de Padrón, que estoy seguro que has oído nombrar en alguna ocasión.
-Me suenan de algo -comenta el señor Patanegra con el ceño fruncido-, seguramente de haberlos visto en la carta de algún restaurante.
-Has de saber, para tu ilustración, Patanegra, que hay una gran cantidad de pimientos que se anuncian como de Padrón que no son en realidad de Padrón. ¿Me sigues?
-Parece una adivinanza, pero veo por donde vas.
-Lo que te estoy diciendo es que hay muchos pimientos de Padrón más falsos que la propia falsedad -alza un dedo de aviso el ángel-. Esto no significa que sean malos, pero en todo caso no son los verdaderos.
-¿Y por eso vamos a Padrón?
-Exacto -asiente el ángel-. Aquí tienes la certeza de que los pimientos que comerás son efectivamente de Padrón.
El ángel y su discípulo se detienen en un restaurante popular de Padrón y el ángel propone un menú
típicamente gallego. Pulpo a feira en primer lugar, para seguir con unos pimientos y terminar con marisco.
-Me parece una elección excelente, sobre todo por el marisco -se anima el señor Patanegra-. Pero ¿no será abusar? Piensa que ya comimos ayer.
-Es bueno repetir, ya que en Galicia tienes el mejor marisco del mundo, Patanegra.
-Lo dices muy categórico, ángel...
-Porque es verdad -asiente muy serio-, y piensa que conozco muy bien este mundo y también el otro.
El camarero les trae en primer lugar el pulpo, que Patanegra come con agrado, y prosigue después con los pimientos recién fritos, nada oleosos, con sal gruesa por encima.
-Me da miedo que piquen mucho -comenta el señor Patanegra-.
-Tranquilo, que no pican -le dice el ángel-. En julio y en agosto, los verdaderos pimientos de Padrón casi no pican. A veces puedes encontrar alguno en que haya metido mano el diablo, pero está bien que piquen de vez en cuando. Adelante, pues, huélelos y cómelos, Patanegra, que son un auténtico placer de dioses. Parece mentira, algo tan sencillo y sin embargo tan bueno.
-¿Siempre se comen así?
-Cuando mejor están es fritos. A la plancha o con otra preparación no son igual de mágicos. Acompáñalos con pan y con buenos vinos gallegos, Patanegra. Un albariño o un ribeiro. Porque hay que ver vaya vinos tienen en Galicia... En los últimos años los productores los han mimado más y están dando unos resultados magníficos. Y, después del marisco, nos tomaremos un orujo.
-Pues vaya festival...
El ángel y el señor Patanegra dan buena cuenta de los manjares y de las bebidas que tienen delante, hasta que el discípulo, tras tomarse el orujo, confiesa que ha quedado lo suficientemente saciado.
-Pues ahora a dormir la siesta -proclama el ángel-, que es otro de los grandes placeres del verano.
-¿Y de la siesta no me comentas nada?
-Calla y duerme, Patanegra, que lo de la siesta se aprende enseguida -sonríe el ángel-. No se necesitan maestros para aprender a valorarla. Duerme, pues, que mañana iremos a Segovia y hablaremos de otra cosa: del lechazo asado.
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