EL BALLET NACIONAL DE CUBA RECURRE AL RECLAMO DE LAS GALAS TEMÁTICAS
Los ambiciosos programas de carácter clásico que está presentando en Madrid la compañía de Alicia Alonso ponen de manifiesto sus carencias actuales
A mediados de esta semana comenzó en el madrileño teatro Albéniz la temporada estival del Ballet Nacional de Cuba (BNC), que celebra sus 10 años. Pero al César lo que es del César: si hay méritos, son, en primer lugar, del equipo del coliseo de la calle de la Paz, enhebrador de la programación y generando un público habitual y entusiasta.
Al ver estas galas denominadas según el estilo de los fragmentos ofrecidos (clásica, española, romántica) se tiene la impresión de estar ante una compañía B, y es que, la verdad, la compañía A no existe o está en el exilio, con excelentes bailarines repartidos por medio mundo buscándose los cuartos y aires más libres. Hace unos años parecía que el BNC remontaba su crisis, pero otra vez estamos ante un grupo desigual, con escasos valores emergentes, falto de estrellas y con un aparato escénico de escasos brillos. Apenas hay nuevos solistas que mencionar. Al novel Rolando Sarabia le puede su egoísmo, la autocontemplación mientras gira o salta, que, la verdad, lo hace muy bien. Es un desastroso partenaire que busca el aplauso para sí mismo.
En la noche clásica se vieron versiones raras y poco atenidas a lo académico y tradicional en Cascanueces y un deficiente adagio de la rosa de La Bella Durmiente. En la gala española fue peor, si cabe. La traca final, Don Quijote, con los españoles Laura Hormigón y Óscar Torrado, parecía un chiste. Aparecieron vestidos de concierto, distinguidos absurdamente del conjunto; ella es una pésima bailarina sin coordinación ni sentido del ritmo, elevada por Alonso a la categoría de primera bailarina en detrimento del prestigio del conjunto y, evidentemente, por razones ajenas al baile, algo que moralmente mina a la plantilla criolla.
Antes se vio Majísimo, coreografiado en los años sesenta por Jorge García (actualmente uno de los maestros más prestigiosos de Europa) y que al emigrar su creador fue retirado fulminantemente del repertorio durante años. Luego, la severa censura política permitió que se repusiera con unas ominosas iniciales en la ficha de la obra.
Ahora, finalmente, aparecen los créditos justos. Es un hermoso ballet de aire español, bien hecho, concebido con gusto y cultura de la danza española (los acentos, las cunas boleras, las vueltas quebradas) y donde destacaron la corrección, arrojo y elegancia de Joel Carreño.
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