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Columna
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Juzgados

Fue en verano, hace unos años. Recibí una llamada en el periódico que entonces dirigía. 'Soy Felice. Puedes venir a verme a mi casa en Marbella'. Dos horas más tarde entraba en la villa, cerca del hotel Don Pepe. Me abrieron el portón unos filipinos, o al menos eso me parecieron. Fuertes y de aspecto marcial. El siguiente saludo fue de dos perros doberman que me quitaron de por vida las ganas de acercarme a estos animales. Delante mía, Felice Cultrera. Pantalón azul, camisa blanca y amplia sonrisa. La villa, que creo había pertenecido a Sean Connery, decorada con refinamiento. Él mismo preparó un te. En el periódico investigábamos el Caso casino, con Cultrera y su segundo, Gianni Menino, metidos hasta las cejas. El objetivo de Cultrera era desmontar sus implicaciones con el clan de Santapaola, la mafia calabresa.

Fue una conversación tensa, dura, con veladas amenazas, porque el italiano, ni tan siquiera en los momentos más difíciles, perdía las formas. Me habló de Gil, de sus relaciones con el alcalde marbellí. Para Cultrera, Gil era como 'sandios'. En un momento y ante mis dudas razonadas de sus implicaciones en asuntos turbios y mafiosos, Cultrera me dejó solo en el porche para hacer una llamada. Sobre una mesita, una agenda negra, pequeña, con nombres y teléfonos que me sonaban. Volvió Cultrera y me espetó: 'Para que veas que somos gente sin tacha, normales, inversores que creemos en el futuro de Marbella, quiero que me acompañes al juzgado'. Y allí nos dirigimos. Hasta horas más tarde no salí de mi asombro. Cultrera entró en los juzgados como si fuera su casa. Mandando y dando órdenes. Era como si tuviera a su servicio a parte de los funcionarios y, de ellos, a quien realmente mandaba, controlaba, hacía, deshacía a su antojo, el oficial Juan Ramírez. Pidió documentos, sumarios, declaraciones. Me quedé de piedra. Y Cultrera, sonriendo, me dijo: '¿ves?, la justicia nada tiene contra mí'. Me vienen a la memoria estos recuerdos ahora, cuando se han robado sumarios que implican, presuntamente, a Jesús Gil. Sanear los juzgados de Marbella, como ya pidiera Garzón hace años, es urgente y, sobre todo, investigar y conocer el patrimonio de algunos funcionarios corruptos. Por aquí es por donde hay que empezar. Las sorpresas pueden ser de órdago.

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