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Dominio español en el Tour femenino | CICLISMO

El TGV mueve montañas

El sábado había nervios en el pelotón. Era la etapa reina y todas querían llegar a la cima de Vajauny. '¿A qué hora han fijado el fuera de control?', preguntaban muchas corredoras a sus directores. Llegar a tiempo a Vajauny significaba llegar a París, la ilusión de la mayoría. Pero significaba también una plaza en el TGV para un desplazamiento de 600 kilómetros. La organización paga un billete para las ciclistas en carrera y un miembro de cada equipo. La que no llegaba a Vajauny, le esperaba la furgoneta y un viaje de ocho horas hasta París.

La selección catalana ha vivido un Tour muy intenso. Primero se averió una de las dos furgonetas, en Igualada, y tuvieron que alquilar otra. Lo más grave vino después. Al tercer día de carrera, Marta Vilajosana, la líder del equipo, (a la que Somarriba ha solicitado para el Mundial), recibió la trágica noticia de que su padre había fallecido por un infarto. Marta y su compañero, el mecánico del equipo, se marcharon a casa. Las otras seis siguieron en carrera con dos equipaciones de manga corta y dos mallas para toda la carrera.

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'Para triunfar hay que salir de España'

¿Dónde está el hotel? Es una de las grandes y repetidas preguntas del Tour femenino. Habitualmente, lejos de la meta, en pequeños pueblos. 'El segundo día estaba a 300 kilómetros y a eso añádele que nos equivocamos e íbamos en dirección contraria', dice Marcos Rueda, director del Catalunya.

El triunfador del podio es Sergei, el hijo de Olga Slioussareva. Como su madre acumula maillots -ayer ganó en París-, domina el podio como nadie. Saluda al público, hace reverencias, mientras su madre le pide que se esté quieto. Los hijos son habituales en el ciclismo femenino.

Las jóvenes catalanas miran a algunas rivales con el respeto de la edad. A sus 22 o 23 años recuerdan que el día que Zinaida Stahurskaia ganó el Giro, su hija, de 14 años ganaba su primera carrera. Pero, al menos, todas llegaron a París en tren. El TGV mueve montañas.

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