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ASTE NAGUSIA
Columna
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La 'jet' local

Por avatares de su vida privada, el que escribe recaló en Bilbao la semana pasada, en pleno puente (¿realmente existen puentes en agosto?) de la Asunción. Bilbao era un estremecedor desierto, como si una bomba de neutrones, de esas que disuelven la materia orgánica y dejan intactos los edificios, hubiera caído sobre la ciudad. Había muy poca gente, poquísima, y el que escribe, en su voluntariosa intención de comprar el periódico del día, recorrió medio Bilbao hasta encontrar por fin un kiosco abierto.

Esta es una de las cosas que diferencian a Bilbao de Donostia. En San Sebastián las fiestas agosteñas se engastan con naturalidad en el devenir de la ciudad. Todo es un bullir de gente, en torno a la bahía de la Concha, antes o después del espectáculo festivo. San Sebastián es un prodigio veraniego provisto de playas, cursos de verano, hipódromos, festivales de cine y jazzaldias, mientras que Bilbao, al fin y al cabo, no deja de ser en agosto lo que otra ciudad cualquiera: un desierto de asfalto ardiente y persianas echadas.

Por eso la Aste Nagusia supone una gozosa y festiva fractura: de pronto, la ciudad está atestada. Es como si todos regresaran a la tierra prometida tras su exilio costero. Acostumbrados durante varias semanas a la jet habitual de las revistas (en términos generales, millonaria y madrileña), durante la Aste Nagusia recupera su protagonismo la jet local. Hemos visto en papel couché los yates de ciertos famosos, sus jaguars, sus mercedes. La jet local es mucho más sobria (digamos que de trainera, o de Audi 100), aunque no hay que descartar que, más que modestia, lo suyo sea (por si acaso) prevenida discreción.

La Plaza de Toros volverá a convertirse en un multitudinario anfiteatro donde mirar y ser mirado, mientras en la arena se desarrolla el espectáculo de sangre. Si la jet de la revistas la configuran actrices, cantantes y honrados constructores como Ciudadano Gil, la jet local se ajusta, en cambio, a la modestia de nuestro PIB, donde las estrellas que más brillan son notarios, subdirectores de la BBK o altos cargos de la Diputación Foral. Una muestra más de la parca economía vasca es precisamente el gran peso que el sector público tiene en nuestra jet (del lehendakari al alcalde, pasando por diputados, parlamentarios o gerentes de organismos autónomos), en una demostración más de que la economía autonómica está muy socializada, porque en ella tiene más peso la casta funcionarial que el empresariado independiente.

Lamento, un año más, haberme quedado sin abono para los toros. Pero ¿qué se puede hacer cuando uno no está dispuesto a pasar por la taquilla? Sólo esperar lo que tantos otros: que caigan un par de entradas, de esas que se convierten, a lo largo del verano, en la dádiva preferida que circula por administraciones públicas y empresas privadas. Lamentablemente, un escritor siempre llega tarde a todas partes. Incluso a formar parte del famoseo provincial.

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