Thriller gatuno y perruno
La fórmula de las películas de animación no dibujadas sino elaboradas fotograma a fotograma con muñecos de plástico o de otra materia maleable viene de muy atrás y ya goza, incluso, del almacén de riquezas formales de un clasicismo, que ha posibilitado el surgimiento de obras tan notables como, casi ayer, la inteligente y vivísima Chicken run, rebelión en la granja.
Pero últimamente esta muñequería tradicional y su laborioso y esforzado proceso de puesta en pantalla está dejando paso a otra cantera imaginativa, la de muñecos esbozados y definidos manualmente y luego desarrollados con el pulimento, la lógica y la óptica del ordenador. Es una fórmula que, junto a abundantes tanteos y bobadas, nos ha regalado recientemente la contundente delicia de Shrek.
Pero ahora llega esta Como perros y gatos que da otra -y van demasiadas- vuelta de tuerca al mismo hallazgo y propone como muñecos o modelos de partida a animales no dibujados o moldeados, sino capturados vivos por la cámara y cuyo gesto, asociado a las peculiaridades de su pedigrí, los manitas del laboratorio informático, combinado con algún toque de cincelado fotograma a fotograma, dan un locuaz y vertiginoso desarrollo.
La fórmula es en este filme una mezcla bastante amorfa de comedia con actores reales y de farsa trenzada con chuchos y felinos verídicos, con movimiento y gestos informatizados. Nada original, pues es una treta que se ha hecho a menudo en el mundo cinematográfico publicitario.
Es Como perros y gatos una historia que a todas luces parece de las de usar y tirar con la velocidad de consumo de una puerta de colegio, pues el resultado de este nuevo jugueteo de las técnicas de animación y las presencias de intérpretes reales es un cruce de habilidosa, pero sosa e incluso mala comedia humana y un completamente previsible thriller gatuno y perruno, que tiene como destinataria evidente a la avidez de la chiquillería saciada de televisión y de verano, que digiere como lo que realmente son, churros, estas inofensivas, aparatosas y rentables inanidades.
Una vez más, los productores de la cosa se olvidan de que el gran cine para niños es, además, un cine adulto, lo que no cabe decir de este engendrillo.
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