Crítica a la crítica musical
He visitado Madrid durante la última semana de julio y la primera de agosto de este verano de Dios (2001) y he asistido, por motivos profesionales, a varios eventos musicales. Quiero romper una lanza por el festival organizado por Neopercusión en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Ya que ninguno de sus autorizados críticos tomó en cuenta las manifestaciones que allí tuvieron lugar, me limitaré a mencionar los conciertos a los que asistí.
La primera actuación, el 24 de julio, era de percusión contemporánea con el Conjunto Neopercusión, dirigido para la ocasión por Juanjo Guillén y Juanjo Rubio con un programa novedoso, interesante y al mismo tiempo educativo de obras de Guinjoan, A. Velero y Xenakis. Por no hablar de la muy buena ejecución con un público atento, numeroso y especialmente receptivo. Cuando la ejecución es responsable y más que adecuada, como en el presente caso, el público responde con efectividad. El segundo concierto, 26 de julio, tuvo como atracción principal al percusionista estadounidense Glen Vélez, muy conocido y festejado por el numeroso público. Le acompañaron en sendas actuaciones el ruso Serguéi Sapricheff y el español David Mayoral.
Más showman el primero en la música ruso-eslava, pero más concentrado en lo que quería ofrecer del repertorio egipcio-semita el segundo. Dos magníficos conciertos ignorados en favor de las manifestaciones ciertamente más glamurosas de Salzburgo, Aix-en-Provence, Santander, Peralada, Benicàssim, Cartagena, etcétera. Pero no es justo que no se tome en cuenta lo que se presenta en la ciudad para informar (¿y educar?) a los lugareños.
