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Columna
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Cambios

Hay nombres que marcan a una persona, sin necesidad de poner apellidos. Magdalena, por ejemplo. O Celia. O Teófila. O María del Mar. Nombres que imprimen carácter. A Magdalena se la pudo llevar la tormenta de las cajas y la deuda histórica. Hoy, se siente ganadora. A Celia, acostumbrada al regate en corto, le contaron los días junto a Aznar y se fue de vacaciones como un sol. Teófila, después del debate de la Comunidad, parecía estar amortizada y Arenas la eleva a los altares y le promete ser cartel electoral. María del Mar, capaz de resistir los colmillos retorcidos de históricos de su partido, se ganó a pulso el respeto de quienes pensaban era ave pasajera en el PSOE-A.

Magdalena ha recuperado el pulso y después de la obligada continencia verbal cuando la polémica de las cajas se desmadraba, aparece tranquila y vitalista, como es ella, con la seguridad de sentirse respaldada. El presidente Chaves no le negó 'la mayor'. Y encima llegan parte de los dineros de la deuda histórica. Teófila tendrá otra oportunidad. Pero se intuyen cambios en el horizonte.

Los auguradores políticos anuncian remodelación en el Gobierno de Aznar y en el de Chaves. Siempre sucede cuando el mes de agosto llega a su ecuador. Será por las neuronas recalentadas, por los efectos del terrá o, simplemente, porque hay poco de qué escribir o hablar. Gescartera, Jaume Matas y Piqué aparte. El caso es que los especialistas en aznarismo dan por seguro que los dos únicos ministros andaluces, Celia Villalobos y Miguel Arias Cañete, ya están amortizados. Se tragaron arrobas de pepitos de ternera, molletes de Antequera bañados en benzopireno y, éste último, con la mitad de la flota pesquera andaluza varada y Barbate levantada en armas. El problema no es el cese sino dónde irían. Si Celia vuelve a sus pagos malagueños, habrá diversión.

En San Telmo también parecen correr vientos de cambio. Para El mudo, que así llaman a Chaves cuando se trata de entrar en terrenos vedados o circunscritos a su personal decisión, no hay más quinielas que las de quienes querían hacer un gobierno a su manera o a sus intereses. Dicen, y es mucho decir, que cuatro consejeros, de ellas dos mujeres, están a punto de pasar a otros menesteres.

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