Historia de la liturgia
Ni que decir tiene que el Misteri constituye uno de los ejemplos más ricos que sobre la conmemoración de la Muerte y Asunción de María al cielo en cuerpo y alma tuvieron lugar en la Edad Media, especialmente en los tres últimos siglos.
Es por tanto esta festividad la más antigua y solemne de las que la Iglesia celebra en honor a la Virgen, y la que año tras año alberga a un gran público, que participa del fervor y la liturgia en un espacio escénico sacro: la Basílica de Santa María de Elche.
En este espacio quienes acceden a su interior son algo más que meros espectadores, ya que adquieren el significado de comunidad, y de fieles, lo que los transforma en Pueblo testimonio de la Muerte, Asunción y Coronación de la Virgen, adquieren la condición de Theatrum Mundi, actores bajo los ojos del Espectador Divino.
Este hecho, de que la obra se represente en el interior de un templo responde a la condición y concepción medieval de la misma, ya que se ajusta a la característica más importante de la escena en esta época: la ausencia de un espacio definido para la representación.
La composición tardo-medieval del Misteri añade al texto literario elementos de gran valor escénico como el Cadafal, el Cielo o la Magrana, todos ellos de un gran valor histórico, y de una música original, que evidencia un entorno basado en la historia local y en la participación de la cultura popular en un acto cristiano.
Gracias a este contexto el Misteri responde a una notable expresión teatral, acompañada de luz, bajo un decorado inspirado en los valores de la época y concebido para la admiración de un público devoto. Cada uno de los elementos que conforman el drama litúrgico adquieren un significado especial, incluso las puertas de la Iglesia que representan el límite entre el mundo cristiano y el pagano.
Asimismo, y cada año, el Cadafal se convierte en una plataforma de representación, y el Cielo es objeto del reflejo de luminosidad bajo la cúpula de la Basílica de Santa María, elementos ambos, que permanecen desde el siglo XV, cuando el Misteri d'Elx adopta las formas y las soluciones escenográficas que, con mejoras y retoques alcanzan un nivel muy similar al que se ofrece hoy día.
No es menos de apreciar la denominada Magrana, y los textos, que adquieren, en su plano literario, connotaciones emotivas sobre la muerte, resurrección, y asunción de la Virgen a los cielos, lo que imprime en ellos un carácter dramático, propio del teatro religioso medieval, que participa de todos los subgéneros hasta la llegada del Siglo de Oro y el acto sacramental.
El Cadafal es donde confluyen la casa y el sepulcro de la virgen, y único punto de coincidencia entre los dos bloques de personajes (el del género humano y el de los enviados divinos) con dos dimensiones visibles: horizontal y vertical. Esta concepción espacial confiere a la Virgen un estatus superior al de los otros figurantes, ya que es la única que se desplaza físicamente en dos direcciones y que se mueve por tanto en dos esferas, adquiriendo la condición de intermediario entre Dios y los hombres. Esto coincide con la opinión de muchos teólogos que ven en María una jerarquía especial, por encima de ángeles y santos.
Sin duda, y por lo que respecta a su temática, el Misteri d'Elx se encuentra muy contextualizado, ya que cuenta con una amplia tradición a sus espaldas y permanece inmerso en un periodo que representa un ambiente narrativo, teológico, iconográfico concreto, que le lleva a representar la historia asuncionista de una forma independiente.
La Festa es por tanto, un producto más en la tradición, pero, al mismo tiempo es también el producto de una época.
Jesús Rodríguez Marín es rector-presidente de la Universidad Miguel Hernández de Elche.
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