'Todavía no se lo he dicho a mi familia'
Muchos inversores modestos confiaron sus ahorros a Gescartera por su apariencia de legalidad
'¿Dónde está mi dinero?', se pregunta indignada Susana Martín, actriz de 31 años y una de las pequeñas inversoras víctimas de Gescartera, la agencia intervenida por la Comisión Nacional del Mercado de Valores tras detectar un agujero que suma ya 18.000 millones de pesetas. 'Nunca pensé que en España aún pudieran pasar estas cosas', confiesa. La impecable apariencia de legalidad y credibilidad de la firma de inversión, que contaba con la bendición de los supervisores del mercado bursátil y una organización tan prestigiosa como la ONCE, fueron los pilares que sostuvieron la confianza de los clientes.
¿Por qué recelar de una agencia de valores registrada y de prestigio? 'Yo nunca he entendido de números', explica Martín. El trato con los comerciales de Gescartera era, según varios afectados consultados, muy 'personal'. Toda la documentación parecía en regla, tanto los extractos mensuales que la agencia remitía para las inversiones en renta fija como los trimestrales, en el caso de las operaciones en Bolsa. El boca a boca -muchas de las víctimas contactaron con Gescartera por recomendación de algún amigo satisfecho- hizo el resto.
Pero todo esto de nada les sirve ahora. Muchos sienten temor por el qué dirán y es casi imposible encontrar a una víctima dipuesta a dar su nombre. '¿Para que se ría de mí todo el país?', se pregunta una de las pequeñas inversoras. 'Llevaba nueve años con Gescartera y nunca vi nada extraño', dice. Acaba de adherirse a la plataforma de Adicae, una asociación de consumidores especializada en servicios financieros que representará a unos 800 inversores en el proceso abierto en la Audiencia Nacional contra Gescartera. Juntos suman más de 5.000 millones, una buena parte de los más de 15.000 millones que ya han sido reclamados por los inversores en la Comisión de Valores.
Una vez dentro, resultaba muy complicado para el ahorrador de a pie sacar su dinero de Gescartera. Los comerciales de la firma tenían la misión de evitarlo. 'Les animaban diciendo que su inversión les reportaría más dinero en el futuro y, si insistían mucho, les convencían para cobrar los intereses', explica Manuel Pardos, presidente de Adicae. Otro factor determinante era que los extractos mostraban beneficios, incluso en épocas en las que el mercado bursátil estaba de capa caída.
No se trataba, sin embargo, de ganar dinero fácil, insisten los afectados, acosados por el fantasma del chiringuito financiero. 'Estoy muy enfadada; era una inversión pequeña para comprar un piso, pero para nada pensaba que era un chiringuito, porque a mí nunca me ofrecieron unos intereses especiales', asegura Isabel S., que reclama algo más de cuatro millones. 'Me enteré de la intervención por la radio y ni siquiera le di importancia', añade. 'Creí que lo había oído mal'.
En el corazón del escándalo Gescartera reside la falta de una cultura financiera en España. En la década de los noventa hubo una eclosión de la Bolsa como almacén de los ahorros de las familias españolas. En pocos años, y sobre todo gracias a las salidas a Bolsa de las grandes empresas privatizadas (como Repsol y Telefónica), buena parte del dinero que antes se guardaba en una cuenta a plazo fijo se introdujo en los canales bursátiles. Hoy, más de ocho millones de inversores tienen sus ahorros en la Bolsa, según los datos de la Bolsa de Madrid. Las familias son las propietarias de aproximadamente el 35% de las acciones que se negocian en el mercado.
Muchos ganaron y mucho, pero la eclosión del llamado capitalismo popular no ha ido acompañada, según los expertos, del desarrollo de una cultura financiera.
Carmen encarna uno de esos ejemplos. Carmen es un nombre ficticio. 'Todavía no se lo he dicho a mi familia', se justifica. Vive en Madrid, a cientos de kilómetros de sus padres, pero teme al ya te lo dije. 'Yo siempre había desconfiado de estas cosas; una amiga me convenció, porque a ella le había ido de maravilla en Gescartera', cuenta.
Su caso es especialmente sangrante, no tanto por la cantidad perdida, sino como por cómo consiguió reunirla. A sus 51 años, su modesto trabajo sólo le había dejado cinco millones de pesetas en ahorros. 'Al principio me fue muy bien; después, cuando quise retirar el dinero, me dijeron en Gescartera que había sido intervenida', cuenta. Carmen está en el paro desde diciembre.
Seis millones de pesetas. Ésa es la cantidad media que las pequeñas víctimas de Gescartera tenían invertidas en la firma. Algunos tenían sólo dos millones; otros, hasta 20. Perderlos significa para algunos replantearse su futuro. 'Gescartera ha cambiado mi vida del todo', indica Martín. En 1998 heredó 14 millones de sus padres. Vendió el piso familiar y, un año más tarde, empezó a comprar una vivienda a través de una cooperativa. Y, mientras llegaba el momento de escriturar la propiedad, invirtió su dinero en Gescartera. 'Un amigo me lo recomendó, para sacar más partido a mis ahorros', explica. 'Cuando me enteré de la intervención, me dio un soponcio'.
Los que han conocido de cerca a víctimas de estafas y robos cuentan que la primera barrera que tienen que superar es aceptar la realidad. Ahora Martín ya ha asumido que no tiene con qué pagar su piso. 'Tendría que prescindir de él, pero no quiero vivir de alquiler'. Y tiene que decidir entre perder el piso y dejar de lado su carrera en el cine para buscar un empleo estable.
Que nadie les avisara de que la agencia de valores propiedad de Antonio Rafael Camacho, actualmente en prisión, ya había sido sancionada por la Comisión de Valores en 1999 les deja un sentimiento de impotencia, como explica Isabel Sánchez: 'Estoy indignada por la falta de igualdad de todos los inversores'.
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