Las toldillas de Poniente
Las playas motrileñas de mi infancia eran las de Poniente y las de las Azucenas. En esta última el nombre era sólo un recuerdo. Los días de temporal, la gente también se bañaba en el puerto de Motril, en un trozo reducido de playa, sin salida, pero de aguas muy cálidas, justo donde ahora se alza el Club Náutico.
La playa de Poniente se iniciaba nada más terminar las piedras del dique de poniente del puerto, o muralla, donde la gente iba a ponerse el bañador en los días de diario, conocido vulgarmente como Hotel Piedra. En los días festivos, había que llevarse el traje de baño puesto.
La playa en cuestión, caracterizada por sus gruesos guijarros, se llenaba de toldillas, más bien de sábanas por aquel entonces, de telas con raya. Existían algunos chiringuitos, como el del Centro Cultural Recreativo de Motril, usado también como balneario (con muchos agujeros, por cierto).
Entre los muchos recuerdos destacan las enormes aglomeraciones de público que se formaban en Motril y en las proximidades del puerto para tomar el autobús de la Alsina Graells Motril-Puerto-Motril, aglomeraciones que originaban larguísimas colas, en las que se esperaba pacientemente bajo el sol.
En segundo lugar, recuerdo el entonces frecuente y espectacular paso de los delfines frente a la playa, lo que producía a la vez miedo y admiración. En tercer lugar era frecuente el desfile de vendedores ambulantes de garbanzos tostados y gaseosas. En los días de estancia prolongada en la playa se iba por la tarde al puerto, y los mejores nadadores se tiraban al agua desde los pantalanes, y allí se adivinaban pulpos, morrallas y hasta lisas, al calor de las carnadas de los pescadores, gente ésta que no hablaba mucho con los mirones que nos acercábamos a observarles.
Por último, es agradable recordar el ambiente de las familias completas reunidas en la proximidad del agua (esas fotos deslumbradas por el sol), de los pesados 'ahogaillos' con los que se encontraba uno en el baño, del profundo respeto a las horas de la digestión, de los inmensos bocadillos con que se combatía el hambre que siempre provocaba la playa; y algo más sombríos, eran los gritos de los padres que habían perdido un hijo a la hora del regreso, así como los fuegos que se veían en las colinas y sierras que rodeaban a Motril al caer la tarde (gente de la sierra, se decía en los años del maquis). Aquellos años sólo existen en la galería de nuestros recuerdos.
Julio Rodríguez fue presidente de la Caja de Ahorros de Granada y nació en Motril en 1943.
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