ELLA BAILA SOLA: PAREJA DE DAMAS EN LA CARRETERA
Marta Botía, Marilia Andrés Casares y los siete músicos que las acompañan recorren durante el mes de agosto los escenarios españoles. Combaten los rigores del calor extremo con un repertorio no menos cálido y apasionado.
El exitoso debú de Ella Baila Sola queda un poco lejos. Seis años hace que editaron su primer disco, del que vendieron 1.000.000 de copias. Su realidad ahora es la de los músicos en carretera: kilómetros y hoteles hasta llegar a los escenarios en los que Ella Baila Sola canta al amor y al desamor. Esta noche actúan en la localidad madrileña de Pinto.
El pasado miércoles Marilia y Marta, ambas nacidas en 1974, se ponían camino de Alicante. Dos furgonetas transportan cómodamente a las artistas y a su grupo. Marilia y Marta viajan en una de ellas junto a Gabi, manager y conductor y los hermanos Abello, el bajista Candi y el guitarrista Geni. Suavemente mecidos por la música, el dúo devora kilómetros. Marta confiesa con un cigarrillo en las manos que llevaba tres meses sin fumar: 'Estoy atacada'. Será la tensión de las giras, aunque esta temporada han bajado un tanto el pistón: 'Eso es bueno y es malo. Bueno porque estás mucho más relajada y malo porque siempre te preguntas si no será que estás decayendo'.
El grupo llega a Alicante a tiempo para la prueba de sonido en un auditorio situado en el complejo de ocio radicado en el puerto, al lado del Apartotel Meliá. Allí, frente a rascacielos turísticos, entre barcas y vigilados desde las alturas por el castillo de Santa Bárbara, los siete músicos que las acompañan desembalan sus instrumentos y chequean la sonoridad que un par de horas después habrán de ofrecer a los espectadores. Marta y Marilia tienen problemas con esos auriculares, ahora tan de moda entre los cantantes con caché. No da tiempo a cenar. La gente comienza a llenar el recinto lleno de sillas. Seguramente la idea de los organizadores es que todo el mundo permanezca sentado, sin darse cuenta de que a los más jóvenes eso es lo que más les repatea. El público lo componen, en su mayoría, familias y chicas jóvenes de aspecto endomingado y veraniego. Entre tanto, en el camerino de los músicos se apuran las últimas bebidas mientras ellas, cada una en su camerino, se aprestan a ponerse monas -no tienen que esforzarse mucho- para salir a tocar. El concierto es suave y el público agradece la fina lluvia de baladas y temas ligeros, siempre con los sentimientos como tema central. Finalizada la actuación, ambas tienen que atender los deseos de sus admiradoras y firmar un montón de autógrafos. Se ha hecho ya tarde y el cansancio no permite más que degustar un trozo de pizza y un par de cervezas antes de dormir. Al día siguiente y al otro tienen actuación y hay que reservar energías.
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