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Reportaje:

El enigma Kederis

El atleta griego es el mejor velocista del mundo en la prueba de 200 metros, pero apenas compite fuera de su país

Santiago Segurola

'¿Konstandinos qué?', preguntaban en Sydney los periodistas al primer reportero griego que encontraban. 'Konstandinos Kenteris', precisaban los griegos. Apenas nadie conocía al ganador de la final olímpica de 200 metros, en lo que se tomó como una broma por la ausencia de Michael Johnson y Maurice Greene. Fue una victoria inusual porque hacía 20 años que un europeo de raza blanca no vencía en una gran prueba de velocidad, bien en unos Juegos o en unos Campeonatos del Mundo. El griego repitió ayer en Edmonton la victoria de Sydney. Desde Moscú 80, escenario de las medallas de oro del escocés Allan Wells en los 100 metros y del italiano Pietro Mennea en el 200, las finales han sido protagonizadas por atletas de raza negra. Igual de sorprendente resultó el origen del campeón de Sydney. El atletismo griego ha progresado en los últimos años, con figuras como el lanzador de jabalina Gatsudis, la saltadora de altura Nikki Bakoyianni o Paraskevi Patoudilou, la mujer que sacó petróleo de la caída de Gail Devers en la final de 100 vallas en Barcelona. Y, por supuesto, Ekaterina Thanou, la enigmatica especialista de 100 metros -ha sido tercera en Edmonton- que aparece como un clavo en los Mundiales y Juegos y luego desaparece de escena. ¿Pero Kenteris? En un país sin tradición de velocistas, Kenteris -o Kederis según el nombre que ahora figura en las listas oficiales de la IAAF- llegaba a Sydney con una mejor marca de 20,50 segundos, lo que en el mejor de los casos significa la eliminación en los cuartos de final. Pues no. En el plazo de dos días mejoró cuatro décimas su mejor marca y ganó la final olímpica.

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De aquel Kenteris a este Kederis hay una diferencia abismal. En una época de regresión en el 200, el atleta griego es el mejor del mundo. Corre con la arrogancia de los estadounidenses, frenándose en las series. Ganó la final con una autoridad insultante (20,04 segundos). Mientras tanto, siguen las preguntas en torno a Kederis, un tipo que impresiona porque es el sueño de un profesor de medicina. No hay un músculo que no tenga marcado. Hasta las uñas parecen trabajadas en el gimnasio. Todas y cada de las venas están marcadas en la piel, como si fueran a estallar.

Kederis ya no es el atleta que progresó insospechadamente en Sydney. Ahora puede bajar con facilidad de 20 segundos en el 200 y de 10 segundos en los 100 metros. Hasta el momento, ningún blanco ha roto la barrera de los 10 segundos en el 100, pero no hay duda de que el griego es el primer candidato, siempre. Por lo visto prefiere la táctica de Thanou: compite poco, nunca en las reuniones de verano fuera de Grecia, y desaparece el resto del año. El hombre que les tutela es Christos Tzekos, empresario de productos parafarmacéuticos que dirige a su pequeño grupo de atletas al margen de la federación. Sus velocistas siguen una especie de vida nómada. Tanto a Kederis y Thanou, como antes a Papadias -un sprinter que también impresionaba por su físico casi atrofiado-, se les suele ver en Canarias en invierno, como parte de una gira mundial de entrenamientos que incluye Suráfrica y Cuba. Nominalmente pertenecen al ejército griego, Thanou en la aviación y Kederis en la marina, pero su dedicación al atletismo es exclusiva. Tras su victoria en Sydney, Kederis se ha convertido en el deportista más popular de su país. Todo en cuestión de un día. Aquel atleta que había intentado sin éxito dedicarse al 400, hizo historia en el 200. Ya nadie pregunta por su apellido. Es famoso, es el mejor especialista mundial de la distancia y no le gusta salir de Grecia para demostrarlo.

Kederis, durante los tramos finales de la final de 200 metros.
Kederis, durante los tramos finales de la final de 200 metros.REUTERS
El corredor griego festeja la obtención de la medalla dorada.
El corredor griego festeja la obtención de la medalla dorada.AP

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