_
_
_
_
_
Reportaje:CULTURA Y ESPECTÁCULOS

LA OBRA DE ERTÉ REVIVE LA PASIÓN POR EL 'ART DÉCO'

La antológica de Erté, abierta en Roma, recorre varias décadas de actividad de este artista que impuso su personal estilo en la moda, el teatro y las artes gráficas

A los cinco años, en su San Petersburgo natal, un Erté niño que no sabía aún escribir le diseñó un traje de fiesta a su madre. Ella lo hizo realizar y luego le mandó a París intuyendo para el precoz diseñador un futuro lleno de hileras de perlas, filacterias liberty y sedas plisadas bordadas en oro. De paso, le ahorró al joven los avatares de la Revolución de Octubre y sus posteriores consecuencias para la clase alta, a la que pertenecía.

Después de décadas de gloria, Erté fue un poco olvidado, y fue Roland Barthes, en 1972, con el editor Franco Maria Ricci, quienes dieron la voz de alerta: Erté estaba vivo, pintando, vital como siempre, imaginativo y capaz de convertir en glamour una hoja seca. Era el testigo de la gran moda de entreguerras y el príncipe indiscutido de la cara más decorativa del art déco.

Hasta el 28 de octubre, el Museo del Corso en Roma muestra más de 200 objetos del artista, cuya relación con España y el arte español no ha sido suficientemente estudiada (desde 1947 y hasta su muerte veraneaba en Mallorca, y diseñó en Barcelona varias producciones escénicas).

El director de la exposición, Franco Maria Messina, explica que 'la idea fue proponer en diversos flashes la vida de Romain de Tirtoff (Erté son sus siglas en francés) y los ambientes inspirados en el propio artista de los años veinte, que eran un poco excesivos en todo'.

Las obras expuestas en Roma son todas originales, empezando por el famoso abecedario, hecho entre 1927 y 1957, donde las letras quieren significar transmisión de cultura. El abecedario parece tener luz propia, hasta el punto de dar la impresión de ser grandes diapositivas iluminadas por detrás, lo que es producto de una depurada y arcaica técnica, hoy casi perdida, de aplicar la témpera sobre una capa fina de yeso.

Hay también un rincón dedicado a Oriente, en el que se entra por una puerta china con dos dragones dibujados por Erté, con un suelo de laca negro, algo que era consustancial a su estilo ampuloso y ritual. Más adelante otra ambientación recrea un teatro de la época, actividad a la que el artista dedicó gran parte de su vida, además de como ilustrador de moda (estuvo más de 20 años ligado a Harper's Bazaar). Un pequeño cine con películas mudas recuerda su conexión con los años dorados de Hollywood. Es curioso que Erté no tuviera discípulos ni generara escuela, aunque sí imitadores; tendía al trabajo artesano y no era amigo de tener muchos ayudantes.

En la muestra romana figuran, además, varias joyas (diseñadas ya al final de su vida), 64 serigrafías y 21 esculturas de carácter decorativo, algunas de ellas realizadas según un peculiar procedimiento de fundido que invierte la técnica de la cera perdida. Estas joyas son las supervivientes de un robo que aún investiga el FBI. A Italia debieron llegar desde Nueva York 22 joyas, sin embargo, sólo las cuatro expuestas aparecieron al ser abiertos los embalajes. Entre las robadas está el famoso collar de los zorros.

Tres diseños de Erté pertenecientes a la muestra del  Museo del Corso de Roma.
Tres diseños de Erté pertenecientes a la muestra del Museo del Corso de Roma.
Erté, en 1926, vestido de torero goyesco para el Bal du Grand Prix de París.
Erté, en 1926, vestido de torero goyesco para el Bal du Grand Prix de París.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_