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Crónica:Campeonatos del Mundo de Edmonton | ATLETISMO
Crónica
Texto informativo con interpretación

El robot suizo aplasta en los 800

Bucher gana con comodidad una prueba lanzada por Bungei y que favoreció sus intereses

Santiago Segurola

El robot suizo, André Bucher, no encontró oposición seria en la final de los 800 metros, otra prueba en fase de transición. Sin Wilson Kipketer y con una presencia africana relativamente débil, los europeos han encontrado su oportunidad. El alemán Schumann ganó en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, a los que Bucher acudía como favorito. El mago derrotó a la máquina y el mediofondo se encontró de repente con un paisaje diferente al habitual. Había esperanza para los europeos, como en los tiempos de Sebastian Coe, que muchos consideraron terminados para siempre. Y al fondo, la figura del más querido por los aficionados, el ruso Borzakovski, destinado a convertirse en un héroe romántico del atletismo. Nadie sabe lo que pasará con él, pero ningún mediofondista genera tanta fascinación como este corredor singular. Tan singular que decidió no acudir a Edmonton, abriendo vía a Bucher y Schumann.

Bucher es el típico atleta implacable. Ha retrasado un año su primera gran victoria por el incidente que le privó de la medalla de oro en Sydney. Se anunciaba ganador, pero el italiano Andrea Longo le tumbó de un codazo en la final. Aún tuvo tiempo para levantarse y terminar quinto con ánimo de venganza. Fuera de la pista se le conoce como un tipo amable, poco dispuesto a abanderar la causa de la gran esperanza blanca. Los rivales le aprecian, pero también le temen. Es un mediofondista con pocas fisuras, un armario rubio, imperturbable que se mueve con poca gracia y mucha eficacia.

Hasta ahora no estaba probado como jefe del 800, prueba del algodón que pasó ayer con éxito. A su favor tuvo la escasa oposición que encontró por el camino. Estaba Schumann, siempre afilado en las citas verdaderas, y también el surafricano Sepeng, que comienza a dar señales de decadencia. Y, por supuesto, aparecieron los kenianos, un poco orillados en los 800.

El mejor aliado de Bucher fue el joven keniano Bungei, cuya táctica pasa por lanzar la carrera y que revienten los demás. Así lo hizo en la primera ronda, en las semifinales y en la final. Para un hombre como Bucher es la mejor noticia, porque esta clase de liebres aclaran desde el primer momento la carrera. Schumann prefiere otro tipo de prueba, un poco sucia a poder ser, con mucha táctica y tensión. A diferencia del suizo, Schumann no ha bajado jamás de 1m 44s, lo que puede resultar sorprendente para alguien que es campeón olímpico y europeo. Alrededor de 1m 45s, el alemán es maravilloso, pero ésta no era su carrera. Bungei puso a todos en fila y pasó por los 400 metros en 50,41s, un parcial que significaba una marca inferior a 1m 44s. A ese ritmo, Schumann es menos rival para gente como Bucher, que este año ha corrido en 1m 42,90s.

El alemán viajó en el furgón de cola durante toda la carrera, sin encontrar la manera de conectar con Bungei y Bucher, que iba en butaca. Su ataque tras pasar por los 500 metros no encontró respuesta en Bungei, asfixiado y chorreando láctico. Con su paso equino, Bucher avanzó a toda máquina: el cuerpo rígido, braceando muy fuerte, la mirada impasible. Entró en la última recta como un César. Los demás se jugaban los siguientes puestos en el cajón. A Schumann todo le quedó muy lejos. Su reacción fue tardía y estéril: sólo pudo alcanzar la quinta posición. No corrió en la misma carrera que Bucher. Ni Schumann ni nadie, porque el suizo se regaló la victoria, 1m 43,71s, sin contar con los adversarios.

André Bucher festeja su victoria en los 800 metros.
André Bucher festeja su victoria en los 800 metros.ASSOCIATED PRESS

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