Los colores y olores de mi playa
Adra, a levante y a poniente sus playas, San Nicolás y las Fabriquillas. Mi playa era las Fabriquillas, inmensa, extensa e intensa. Arenas gordas, chinorros blancos y grises oscuros, que componían un tono gris plata. La luz que hacía brillar en mil colores los tonos planos y grises que no sólo formaban el paisaje, sino que también conformaban las caras, curtidas por el sol, de mi gente, hospitalaria y capaz de compartir un trago de vino y una sardina.
Si no había maraje, la mar imitaba a la arena y se hacía de un blanco plateado, que solo se alteraba por las manchas de chanquetes y algún grupo de delfines y tollinas que intentaban darse un banquete con ellos. Cuando soplaba viento, la mar se ponía azul cobalto salpicada por nubes de espuma blanca.
Los recuerdos de mi playa entremezclan los colores y los olores. Al recorrer la pequeña distancia que separaba las casas del rebalaje, te encontrabas con una inmensa explanada donde estaban tendidos los artes de las traiñas con sus tintes marrones rojizos y su intenso y acre olor, los artes de las 'vacas', ya más cerca del puerto, eran de un surtido colorido desde los azules a los verdes.
En la arena descansaban las barcas bolicheras y las birortas, patente color teja, franjas azules y rojas y siempre blancas. Recuerdo un agua del mar, como se nos enseñaba en la escuela: incolora, inodora y muy, muy transparente. Tumbados sobre una mancha de chinorros recién lavados por el mar, la noche anterior, si mirábamos al norte teníamos unas magnificas montañas grises verdosas, a cuyo pie estaban unas pocas casas blancas de cal, que formaban lo que era el barrio de las Fabriquillas que nacía en la torre de perdigones, la torre de Carreño, que es de algún modo el símbolo del pueblo. Al este se veía el espigón del puerto y al oeste Guainos y esa lengua de tierra que se adentraba en el mar y que he reflejado tantas veces en mis pinturas. Y el cielo azul, limpio transparente siempre, siempre.
Vuelvo cada año desde que me marché en el 65, y sueño que mis recuerdos son el paisaje actual, sueño que no han destruido la playa. Pero despierto y veo una tremenda mordaza de hormigón y ladrillo que atenaza el rebalaje, mucha gente en la playa, sombrillas, olor a bronceador, etcétera. ¿El progreso? Sigo, no obstante, encontrando en mi playa a mucha buena gente, eso creo que por fortuna no ha cambiado. Estos son ahora mis colores y mis olores.
Pepe López es pintor y nació en Motril en 1939.
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