Nostalgias de un 'blusa'
El alcalde de Vitoria, Alfonso Alonso, miembro de una cuadrilla, pasó el día de La Blanca entre actos y recepciones
El alcalde posa sonriente ante el fotógrafo en una de las cafeterías de la Plaza de España, donde tiene su sede el Ayuntamiento de la ciudad. Es, como puede suponerse, un pequeño juego porque Alfonso Alonso no está para grandes juergas, sobre todo desde que alcanzó un puesto de concejal hace un lustro más o menos. Entonces comenzaron a aguársele las fiestas a aquel joven que rondaba la treintena. Actos oficiales, citas ineludibles, comidas de compromiso..., toda esa apretada agenda que supone la vida del representante político, incluso en fiestas. Atras quedaban las juergas con su peña de blusas, Kaskarrak, a la que todavía paga las cuotas.
A pesar de todo, el pasado domingo, día de La Blanca, aún encontró tiempo de tomarse un café con su cuadrilla. Eran las diez de la mañana y mientras sus amigos (aguantan todavía unos 50, por lo menos en la primera jornada) se apretaban la faja, Alonso hacía lo propio con su corbata. No se sabe quién pagó los cafés, ya que cuando el ser humano alcanza la condición de representante oficial, estas cuestiones terrenales pasan a un segundo plano.
Sí está claro que el alcalde tuvo que acudir a la misa pontifical y soportar con meditado estoicismo (para eso se licenció en Románicas y algo sabe de latines) la hora y media de ceremonia. Afortundamente, las preferencias del primer edil de la ciudad se tienen en cuenta y los oficios contaron con la interpretación de la Misa de la Coronación de Mozart, la favorita de Alonso, quien no hace de menos, con diplomacia, a la de Luis Aramburu que se interpretó el año pasado. A todo esto, el alcalde llevaba ya su primer cambio de ropa. Al ajetreo de una jornada intensa hay que añadir el interés por cuidar la imagen del principal mandatario de la ciudad. Hasta cuatro veces alternó el vestuario durante esa jornada, atendiendo a la calidad del compromiso.
En la recepción oficial, Alonso dio personalmente la mano a los centenares de invitados en las puertas de la casa consistorial. A pesar del manoteo, sobrevivió para leer el discurso oficial, trufado de referencias sociales, cánticos a la civilización y hasta una loa a la República que dejó atónito a más de uno. No en vano, uno de los homenajeados era Teodoro González de Zárate, el último alcalde democrático de la ciudad antes de la Guerra Civil. Y el otro condecorado fue su predecesor, José Ángel Cuerda, quien recibió el premio con una emoción desconocida.
Pero el día continuaba y todavía quedaban más actos oficiales y mundanos. Alonso comió con el resto de la corporación y otros alcaldes invitados, entre los que se encontraba Joaquim Nadal, primer edil de Girona y amigo de Cuerda, verdadera sorpresa para este último.
Después de una comida más que sabrosa en El Portalón, con el postre de las canciones de Josu Alberdi, el jefe de protocolo, al piano, ambiente distendido para preparar la corrida de toros, en la que Alonso comenzó a disfrutar de los atractivos de la fiesta. Y por fin llegó el mejor momento, el aperitivo previo a la cena, por las calles del centro de Vitoria, breve instante alrededor de las diez de la noche, en el que el alcalde recuperó sus tiempos de blusa.
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