Tribulaciones
Uno de los mejores títulos de la literatura de aventuras es: Las tribulaciones de un chino en China, verdadero asalto a la razón del occidental, incapaz de pensar que los chinos pueden padecer tribulaciones en China. Recuerdo el título de Verne cada vez que se acerca el verano y una y otra vez el presidente Aznar y su familia tropiezan con dificultades para hallar lugar de veraneo. Otros jefes globales solucionan el problema mediante una segunda residencia oficial y así no se ponen a prueba intereses privados o instintos locales y tampoco despierta la alarma social que rodea a los políticos a tiro de terrorista. Tampoco está mal irse al extranjero y ampliar el horizonte cultural y lingüístico en estos tiempos de la globalización. No puedo jurarlo, pero me temo que Aznar no esté todavía lo suficientemente globalizado.
Entre Oropesa y Quintanilla de Onésimo, de Onésimo Redondo, Aznar sugiere veraneos sitiados y molestos para la población civil, obligada de pronto a adquirir el papel de extra en la superproducción del poder. El chalet de Oropesa era nada menos que del propietario de Porcelanosa, con el consiguiente desconcierto ¿Era Isabel Presley quien veraneaba en Oropesa y Aznar quien anunciaba Porcelanosa, o al revés? Superado el equívoco porque una hija del jefe de Gobierno había dejado de pelar la pava con otro veraneante de Oropesa, este año el veraneo de la familia Aznar casi suscita un altercado balcánico en las Baleares. Nadie quería al señor Presidente, no por hostilidad ideológica, que quede claro, sino por la parafernalia de la seguridad y porque el señor Aznar no tiene gancho. Tal vez experimente el jefe de Gobierno el llamado erotismo del poder, pero lo seguro es que el poder no se siente erotizado. Al cabo de casi seis años de gestión ni buena ni mala sino todo lo contrario, mortifica mucho el que un recién llegado, Rodríguez Zapatero, todavía un ovni situado en un punto equidistante entre la carne y el pescado, le pase por delante en las encuestas de popularidad. Duras tribulaciones para un español en España y por eso le gusta tanto al jefe de Gobierno viajar al extranjero. Es como estar de vacaciones en obligados hoteles de cinco estrellas o en residencias de embajadores forzados a darle un poco de cariño.
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