ÁLVAREZ CASCOS, INVESTIDO CABALLERO DEL ALBARIÑO
En Galicia -y más en el verano- la política entra por el estómago y los votos se buscan a golpe de gaita, empanada y vino. La romería siempre ha sido uno de los territorios predilectos para el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, quien anda empeñado en batir todas las marcas de supervivencia política y dentro de tres meses tiene unas elecciones autonómicas en las que aspira a lograr su cuarta victoria consecutiva. Como Fraga no es hombre al que le guste desperdiciar el tiempo, aprovecha los festejos del verano para acercarse al ciudadano y, en medio de la parranda, dejarse ver en compañía de gente importante. Ayer, en Cambados (Pontevedra), se clausuraba la fiesta del Albariño y, entre taza y taza, Fraga se paseó con una comitiva de inmejorable lustre: el ministro de Fomento, Francisco Álvarez Cascos, el portavoz del Gobierno, Pío Cabanillas -cuya familia es originaria de esa localidad- y la vicepresidenta de la Comisión Europea, Loyola de Palacio.
Al paso marcado por Fraga y una banda de gaiteiros ataviada con trajes del siglo XVIII, la vasta representación oficial recorrió las calles de Cambados y asistió al tradicional acto de investidura de damas y caballeros de la Orden del Albariño. Los vinos son apolíticos, pero las personas que los hacen tienen su corazoncito y en Cambados no lo pueden ocultar: el PP copó las designaciones de caballeros, con las que fueron distinguidos Álvarez Cascos y tres consejeros del Gobierno de Fraga. Cascos, además, actuó de pregonero y ensalzó la industria del albariño como 'modelo de desarrollo aprovechando los recursos naturales'. 'Como ministro de Transportes, me comprometo a mimar la circulación del albariño por España y por Europa', prometió Cascos ante bodegueros y cosecheros. Los organizadores de la romería ya tenían razones previas para estar agradecidos a Cascos: su ministerio financió la construcción del Museo Etnográfico del Albariño, inaugurado ayer oficialmente dentro de los actos de la peculiar cita enológico-electoral en la que, bajo el jovial ronquido de las gaitas, los ministros hasta tuvieron tiempo de atender a los periodistas que les preguntaban por cuestiones tan poco festivas como las comunicaciones ferroviarias o los últimos episodios de la kale borroka.
En la semana que ha durado la fiesta, han pasado por Cambados 200.000 personas, que mantuvieron alto el pabellón a la hora de degustar los caldos. Según los organizadores, se consumieron unas 50.000 botellas, una por cada cuatro asistentes, incluyendo niños y abstemios.
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