Cuando repican las campanas
El programa de fiestas presenta un cuidado estudio sobre las 121 piezas que albergan las iglesias de la ciudad
Son probablemente uno de los ingredientes inevitables de la vida de cualquier persona nacida en una sociedad cristiana. El repique de las campanas acompaña desde el nacimiento hasta la muerte. En Vitoria están censadas hasta 121 piezas que son las protagonistas del libro oficial de fiestas, en lo que es una aportación erudita y documentada a esa parte de la historia de la capital alavesa.
Sobre las cabezas de los vitorianos, y sin que éstos tengan muchas veces la menor sensación de ello, están suspendidas cerca de 40 toneladas (37.389 kilos, en concreto). Estas poderosas concepciones en bronce han velado hasta hace no mucho la vida de los habitantes de la ciudad. Todavía hay quien recuerda cuando llamaban a la oración del Angelus, con el mediodía, anunciaban la defunción de un vecino o el comienzo de la fiesta.
En tiempos de guerra, no era extraño que se refundieran para construir cañones
En los pueblos, además, avisaban de la llegada del lobo, del comienzo de un incendio o de la reunión del concejo. Y en tiempos de guerra, no era extraño que se refundieran para construir cañones.
En fin, que la vida se regía a ritmo de campana. Cómo corresponde, pronto llegó el vecino habilidoso que, además de tañer las llamadas obligatorias, despertaba melodías de esas moles de bronce que, sí, hasta se afinan. Algo parecido les ha ocurrido recientemente, no hace un año, a las campanas de la torre de San Miguel, quizás las más reconocidas de toda Vitoria.
Se colocaron de nuevo el 31 de enero, tras un periodo de tres meses de reparación en los talleres de Manuel Quintana, en Saldaña (Palencia). Los principales trabajos de restauración se centraron en la denominada Virgen Blanca, que ascendió a la torre por vez primera en 1954. No es mucho tiempo el que ha estado en las alturas, pero ya llevaba cinco años sin dejarse oír porque un trozo de su cuerpo, de 50 kilos de peso, se había roto por su uso. Afortunadamente, el párroco se encargó de guardar la pieza como oro en paño para una futura reparación.
Refundición
Dado que el bronce no se puede soldar, el remedio fue la refundición. Así que la Virgen Blanca renació de sus cenizas, como quien dice, con las inscripciones y filigranas originales reproducidas de nuevo. Las otras tres campanas (una de ellas celebra el Concilio Vaticano II, de 1963) sólo requirieron una limpieza a fondo, con el fin de que recuperaran su sonido original.
Éstas son las protagonistas de una de las cuatro torres principales de la ciudad, en el casco antiguo. Las otras tres (la catedral de Santa María, San Pedro y San Vicente) también tienen su historia campanil.
Por poner un ejemplo, la de San Pedro alberga la campana más antigua de estos templos, que data de 1579. Fue fundida por el maestro cántabro Roque de Naveda. Pesa más de 1.900 kilos y, desafortunadamente, está resquebrajada. Como en el resto de las campanas, no faltan las inscripciones, que aquí honran al fundador de la Iglesia -'Al soberano príncipe San Pedro que de la iglesia piedra y fundamento sirbo con boz sonora y de contento' (sic)- y a su inseparable Pablo -'Al vaso de elección su companero San Pablo, doctor grande de las gentes, sirbo con boz sonora excelente (sic)-.
Pero quizás la inscripción más curiosa sea la que ilustra la más joven de las de esta iglesia. Dice así: 'La posteridad se asombre: que estando reunida la parroquia para tratar la inscripición más análoga llegó la feliz noticia el 3 de octubre de 1823 de la libertad de nuestro monarca don Fernando VII y no se halló otra que la publicación de tan memorable suceso'.
A estas alturas del tercer milenio, todas estas referencias suenan más que ajenas, casi extraterrestres. De ahí que las 40 páginas que el programa de fiestas dedica a las 121 campanas de Vitoria (con una descripción minuciosa de cada una de ellas, fotografiadas por Pedro Sueskun) sea como la entrada en una narración surrealista, propia, cómo no, de una noche de fiesta.
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