Acampadas de sol y sombra
Cámping de luxe'. Eso es lo que opina Jordi Ballester, de 27 años, que el miércoles se vino con sus amigas Nuri y Celia de Barcelona y rápidamente encontraron un sitio bueno en la acampada A, al norte del recinto. De momento hay más de 10.000 personas que han encontrado un hueco en el césped de esta acampada. 'El cámping ha mejorado muchísimo desde 1999', asegura Jordi. Entonces no había toldos que diesen sombra. En la otra zona de acampada, que está cerca del cementerio de Benicàssim, en el pueblo, los fibers no se muestran tan contentos. La poca sombra hace que la gente huya hacia el edificio donde están las duchas para encontrar un lugar más fresquito, pero 'las colas interminables de quienes pretenden ducharse no facilitan mucho el descanso', opinan Aiona y Óscar, dos bilbaínos que llegaron el miércoles por la noche. Unas veinte duchas individuales para algo más de 4.000 personas son poca cosa. En el otro cámping hay duchas colectivas al aire libre y hasta el mediodía no se había producido ninguna aglomeración. Pero la gente de la acampada B tiene paciencia y aguanta. En la cola hay dos franceses que lo llevan con humor. Mientras Erwan se hace el porrete matinal, Arnaud cuenta cómo se han desplazado desde Burdeos en autoestop hasta Barcelona. De vuelta en el cámping A, el de los privilegiados, la gente espera en el stand de información a que sus móviles reciban un poco de comida. Unos 25 enchufes proveen a los celulares de electricidad. Cerca se ofrecen también crêpes y pizzas, bocadillos, eso sí, 'a precios supercaros, unas 600 pesetas llegan a cobrar por la comida', dice Nuri. En una cosa coinciden todos los fibers, los precios de abono -este año, 15.600 pesetas- no se pueden poner más caros porque 'la gente que viene aquí se gastará un mogollón de pelas'. Jordi es concluyente: 'Pido para la próxima vez una piscina en el cámping'.
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