Fernández marcha
El granadino aspira en los 20 kilómetros de hoy a desquitarse de su fracaso en Sevilla 99
Francisco Fernández, Paquillo, fue una figura derrotada hace un par de años en los Mundiales de Sevilla. Un hombre hundido. Todo Guadix, su pueblo, había ido a animar al granadino y él decepcionó a sus paisanos con su 15º puesto. Por entonces tenía 22 años y estaba convencido de que sería la revelación. En 1996 había ganado el Mundial júnior; en 1997, el Europeo sub 23; en 1998 había conseguido el bronce en el Europeo absoluto... No sabía lo que era fracasar en un gran acontecimiento. Hasta que se vio solo y tirado en la capital andaluza. Vomitando en la zona mixta. Aquel día descubrió una gran verdad: 'Aquí nadie es cojo'.
Al año siguiente, un Paquillo diferente se solazaba al terminar séptimo en los Juegos Olímpicos de Sydney. Un puesto de finalista. Un acercamiento a la cumbre. Sevilla no fue, después de todo, el final de su vida deportiva como temía, sino el punto de partida. 'Y aquí nadie es cojo', repitió en las antípodas.
Y ya estamos en el siglo XXI. En los Mundiales de Edmonton. La marcha no para. Ni tampoco Paquillo. Más serio. Más concentrado. Más convencido. En vísperas de la prueba de los 20 kilómetros (hoy, 23.50). Su prueba. 'Sigo siendo Paquillo, pero ya no tengo nada que ver con el de Sevilla. Soy más maduro. Tengo mejor marca y entrenamiento'.
El 2001 está siendo para Fernández un año de refuerzo positivo. En una prueba de la Copa de Europa quedó por delante de los grandes. Ganó al polaco Robert Korzeniowski, autor de un extraordinario doblete en Sydney, donde ganó los 20 y los 50 kilómetros, pero que sólo disputará los 50 en Edmonton; y también al ruso Illya Markov, el campeón de Sevilla. 'Eso me da seguridad', confiesa; 'ahora soy más regular. Este verano he mejorado mis tiempos en los 10 kilómetros. Estoy como nunca, pero me daré por satisfecho si supero el séptimo puesto de Sydney'. Su favorito es Markov, al que le gusta el calor: 'Lleva dos o tres años ganándolo todo. Sólo falló en Sydney. Y, si no se lo ponemos difícil, aquí también ganará'.
La marcha, una especialidad masoquista -el deportista encuentra placer en actuar contra la naturaleza, que le pide correr, levantar los dos pies del suelo, y se afana en ir lo más deprisa posible braceando, moviendo las caderas y teniendo siempre un pie en el suelo-, es también el espacio de la arbitrariedad y la polémica. Árbitros recorriendo el circuito armados con tarjetas de advertencia. A la tercera, fuera. Casi siempre, de forma injusta, contra los más exagerados. 'Se habla de que nos pondrán en el futuro unos chips en las zapatillas para determinar electrónicamente si levantamos los dos pies a la vez', dice Paquillo; 'pero eso me parece una tontería. Podrían acabar echando a todo el mundo'.
'Chips' en las zapatillas Tan radical cambio deberá esperar. Por el momento, la Federación Internacional se ha contentado con aumentar su arsenal policiaco. Ha aprobado una norma que permite a los árbitros descalificar con una cartulina roja directa a los marchadores que corran en el sprint final. 'No me parece normal, pero será por los escándalos de Sydney, cuando los que no llevaban ninguna advertencia se echaron casi a correr por la pista porque sabían que a los jueces no les daría tiempo a descalificarlos', razona Paquillo.
'Va a ser una prueba dura, muy rápida', advierte también; 'vamos a tener que ir por debajo de los cuatro minutos el kilómetro. Se andarán los 20 en una hora. Y el circuito es duro. Me he entrenado a la hora de la prueba (15.50 en Edmonton) y el calor no se nota mucho'.
Fernández lo lleva avisando hace tiempo. Llega una nueva generación. Él es uno de ellos. Para estar ahí arriba. '¿El podio? Aquí nadie es cojo', concluye.
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